sábado, 16 de noviembre de 2013

Dime a quién juzgas y te diré cómo eres

Una de las definiciones que mejor ilustra lo que es un juicio de valor (Ejemplo: Habíamos quedado a las 9.00 y son las 9.15, siempre llega tarde. Es un tardón), es aquella que se refiere a ellos como juicios emitidos desde la subjetividad; dice de ellos que son siempre formulados a través de adjetivos dicotómicos (Ejemplo: bueno-malo, feo-guapo, alto-bajo).

Los hacemos cada vez que calificamos acciones o cosas. Estos pueden ser morales, éticos, estéticos, políticos, religiosos, etc… Se caracterizan principalmente por contraponerse a los juicios de hechos (Ejemplo: Está lloviendo y por eso está el suelo mojado) y los utilizamos para expresar nuestros gustos, preferencias e ideologías.
Los usamos diariamente y se han convertido en inquilinos de renta antigua de nuestra cotidianidad sin que nos diésemos cuenta. Y lo peor, los utilizamos de manera inconsciente. Lo que no sabemos es que conviviendo con ellos estamos castrando constantemente opciones. Por su culpacensuramos de manera inconsciente circunstancias posibilitantes.
Por ello es peliagudo emitir juicios de valor. Y lo es porque cada vez que emitimos uno nos exponemos mucho más de lo que creemos. Un juicio de valor habla más sobre nuestra personalidad que sobre la persona, hecho o situación sobre el que lo estamos vertiendo. Recuerda: Cuando señalamos a alguien o algo, diez dedos nos señalan a nosotros.
Precisamente por todo esto, merece la pena que nos planteemos si somos capaces de comenzar a reducir nuestra dosis diaria de juicios de valor. Merece la pena que intentemos poner a prueba nuestra flexibilidad y que reubiquemos los límites de nuestra tolerancia.
Tomémoslo como un entrenamiento; hagámoslo poquito a poco, consigamos una mínima dosis de reflexión diaria; hagámoslo durante 21 días, si durante todo ese periodo nos ejercitamos y elevamos nuestra capacidad de reflexión, nos daremos cuenta de que habremos integrado en nuestro sistema unanueva capacidad. Una capacidad que nos abrirá un nuevo mundo de posibilidades. ¿Te atreves? Inténtalo, no perderás nada y puede que ganes mucho. Anímate, empieza este nuevo curso de una manera distinta.
A continuación les propondré una pequeña serie de ejercicios que se pueden llevar a cabo durante nuestro día a día:
1 ‑ Leer el periódico sin hacer juicios  y sin alterarme. También puedo leer un periódico de una orientación ideológica totalmente contraria a la mía sin alterarme e intentando comprenderlo.
2 ‑ En el tráfico aceptar las conductas de los demás sin valorarlas, sin enfadarnos, sin alterarnos, simplemente describiéndolas.
3 ‑ No juzgar la ropa o moda que lleven los demás, pensar que cada  uno es libre de llevar lo que quiera.
4 ‑  Comprender y aceptar posiciones políticas que no tolero (lo que conlleva no alterarme y no discutir).
5 – Imaginar una escena de mi vida en el pasado, en la que alguien me ha sacado de mis casillas y recordarla sin valorarla y sin inmutarme.
6 ‑ Llamar a un familiar que me desagrade y hablar con él sin  alterarme.
7 ‑ Ver en la TV programas contrarios a los que normalmente veo y  hacerlo sin alterarme.
8.- Ver con mi pareja ese programa que a él o ella le gusta y a mi me aburre o no soporto, me siento a su lado y lo veo aunque no me guste, pero  sin alterarme, sin  hacer juicios, solo observando y estando relajado y disfrutando el estado de relajación.
9 -Quedar con un amigo y pedirle que le cuente algo que ha sido importante para él en la vida, escucharle preguntándole cosas  que no entendamos de su historia.  Hacerlo sin discutir, sin dar nuestras opiniones, sin contar nuestras anécdotas, comprendiendo lo que el otro dice, escuchando aunque no me guste.
10‑ Traer a la mente escenas de nuestra vida que me genere  sentimientos de culpa o dolor. Lo hacemos relajados, nos  remontamos al pasado, vemos la escena de la que nos lamentamos o arrepentimos y la visualizamos tranquilos, como si fuéramos un observador externo.

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