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lunes, 27 de enero de 2014

Durante una inocente conversación...

A estas alturas de la vida seguro que te habrás dado cuenta de lo importante que es durante una inocente conversación con cualquiera identificar correctamente todos los datos que se desprenden de ella. ¿Verdad?  Seguro que después de años y años de comunicación no efectiva habrás llegado a pensar: Durante los primeros minutos de conversación debo aprender a separar el continente del contenido o, dicho de otro modo, el grano de la paja de una conversación.

Es probable que cuando te halles en una situación incómoda pienses que quizás no serás capaz de sintonizar con el otro de manera inmediata o amoldarte a su registro para lograr un rapport efectivo que te facilite la comunicación y que vuestra transacción será un desastre. Si es así no te preocupes. A continuación ahondaremos en dos tipos de herramientas que te ayudarán a encontrar el registro correcto.

Ambas son una especie de «¿Quién es quién?». ¿Recuerdas ese juego? En él tenías que realizar una serie de preguntas por tal de ir descartando personajes hasta llegar al correcto. Aquí la dinámica es similar. Mediante observación y preguntas concretas podrás averiguar con qué voz debes dirigirte al otro.

Cuando hablamos de voz no sólo nos estamos refiriendo a aspectos técnicos como al timbre, la modulación o la entonación; lo hacemos en un aspecto mucho más amplio. Al tratarlo de manera global ésta se convierte en un compendio de aspectos técnicos, matices lingüísticos, jerga, gestualidad… un todo que definirá quién no está hablando en ese preciso instante.

Así pues, el «¿Quién es quién?» nos dará información útil para tratar con las personas y nos ayudará a sintonizar con mayor facilidad.

Esta herramienta principalmente se basa en el sistema de psicoterapia individual que creó el psiquiatra estadounidense Eric Berne en los años cincuenta y recibe el nombre de «Análisis transaccional». En cierto modo su novedoso método revolucionó la rama de la psicología humanista por ser innovador y progresista. Aún hoy en día en países como Suiza o Austria está científicamente reconocido como un tratamiento válido para tratar trastornos psiquiátricos.

Aunque más allá de valor terapéutico a nosotros lo que nos interesa es la potente herramienta que nos brinda. El «Análisis transaccional» nos permite averiguar quién nos está hablando. Y es que la herramienta de análisis que creó Berne, a grandes rasgos, se basa en que cada vez que nos comunicamos estamos efectuando una transacción, un intercambio. Visto desde ese punto de vista es fácil entender que si al efectuar la transacción nos colocamos a la altura del otro, ésta se realizará mucho mejor.  El «Análisis transaccional» habla principalmente de tres tipos de voces: La del padre, la del adulto y la del niño. Aunque dentro de éstas hay otras sub-tipologías que matizan aún más la transacción.

En resumidas cuentas: Cada vez que hablamos (depende dónde, cuándo o con quién) asumimos una voz diferente para comunicarnos.

Así pues, resulta sencillo entender que la comunicación entre un «Padre severo» y un «Niño travieso» no será fluida, correcta y entendida por ambas partes, ¿verdad? Es obvio que entre ambos la relación está abocada al fracaso y al no entendimiento si no encuentran un punto intermedio.

Bien, pues precisamente de eso se trata. De encontrar un punto medio en nuestra comunicación. El «Análisis transaccional» busca este punto medio intentando aproximar las posturas lo máximo posible a la voz «Adulta». Ésta está considerada la razón por antonomasia; el dialogo posibilitador. Nosotros, para así obtener una manera de comunicar efectiva, debemos aprender a utilizar todos los registros; a comunicarnos desde la inocencia y el carácter lúdico del niño, desde la rebeldía y la energía del adolescente, desde la sobriedad y la resistencia al cambio del viejo y, por supuesto, desde la lógica y el raciocinio del adulto.

Luego entonces, cuando estemos ante el otro utilizaremos la herramienta bautizada como: «¿Quién es quién?» Con el único objetivo de establecer un rapport más potente y crear contexto mucho más rápido.

Utilizarla es sencillo, sólo hay algunos aspectos que debes tener en cuenta:

Lo primero de todo es saber qué estás buscando, averiguar cuáles son los personajes que hay que desenmascarar. Recuerda: Buscamos a un «Niño», un «Adolescente» y a un «Viejo». Y tu objetivo es neutralizarlos mediante una conversación para acabar obteniendo dialogo directo con el «Adulto».

Lo segundo que debes saber para utilizar correctamente esta herramienta es cómo identificar a esos personajes:

-A la persona con el rol «Niño» la identificarás por lo sobre-excitable que es, por cómo las cosas le encantan muchísimo o directamente las odia. El «Niño» no tiene término medio. Una buena manera de identificarlo es preguntándole al cliente que cosas divertidas ha hecho desde la última vez que os vistes. Si su respuesta es muy eufórica sabrás que estás ante un «Niño». Estos suelen hablar utilizando expresiones como: "¡Qué divertido!", "Fue fabuloso", "Me encanta", "Me chifla", "¡Es un rollo!", etcétera. Si quieres comunicarte correctamente con él nunca le retes de manera autoritaria, no seas brusco. Su carácter lúdico es nuestra vía de entrada. A través de ella podrás plantearle retos y camuflar los pasos hacia su cambio como una gran aventura. Utiliza el humor, simplifica cuando hables con él, evita las grandes disertaciones o ejemplos excesivamente metafóricos y plantéale el proceso como un juego en el que al final hay una recompensa.

-A la persona con el rol «Adolescente» lo identificarás fácilmente. Con gran probabilidad éste adoptará una postura en el asiento un tanto desparramada, tirado hacia atrás. Te observará evaluándote y buscará mil y una formas de provocarte. Es altamente resistente a la autoridad y con él tendrás que andar con pies de plomo planteándole las preguntas para que no se violente y se cierre en banda. Pese a su apariencia el «Adolescente» no se resiste demasiado al cambio, el truco está en hacer que crea que las ideas son suyas. Es decir, tú como comunicador tendrás que gestionar la conversación de tal modo que parezca que las cosas las sugiere él y que las decisiones son únicamente suyas. Dile lo contrario a lo que quieres que haga o piense y sólo por llevarte la contraría y enarbolar su libertad escogerá lo otro. Algo que es infalible para llevarle hacía un rol «Adulto» será que siempre le des opciones, déjale escoger. Si algo valora por encima de todo es que tú le dejes llevar la voz cantante.

-A la persona con un rol «Adulto» lo reconocerás porque al hablar aportará razonamientos lógicos y argumentados. No obstante, no debes dejar que su palabrería te despiste. Ellos son peligrosos en cuanto a que creen que su criterio es el único válido y les cuesta aceptar otros puntos de vista. El «Adulto» es el rol en el que debemos tratar con el cliente la gran mayoría del tiempo durante las sesiones. No obstante, es lógico que los otros roles irrumpan durante una conversación según el cariz de ésta por tal de auto protegerse. Si logras mantener al otro el mayor tiempo posible en «Adulto» podrás efectuar una transacción mucho más óptima para ambos. Esto lo lograrás siempre y cuando le sugieras las cosas de manera razonada y argumentada sólidamente. El «Adulto» es un hueso duro de roer que tendrás que tener bien calibrado para formular preguntas poderosas en el momento más adecuado.

-A la persona con un rol «Viejo» la identificarás porque habla, habla y habla. 
Todo lo rebate. Hablará de todo sin límite e intentará copar la conversación con su palabrería única y exclusivamente para evitar que tú hagas que se plantee ciertos aspectos de ésta. Son personas con alta resistencia al cambio, siempre responden con un: "Eso ya lo hice y no funcionó", "Una vez lo probé pero…", "Siempre he creído que son tonterías", "A estas alturas no creo que…", "Toda mi vida ha sido así y ahora no me parece que…", etcétera. Como el adolescente, son rebeldes pero con ellos no funciona el retarles diciéndoles lo contrario, siempre argumentan y buscan excusas para todo. La única manera de neutralizarlos es hacerles preguntas abiertas que les lleven a reflexionar: "¿Y si ahora pudieses volver al pasado qué harías de diferente?". Nunca podrás llevar razonar con alguien anclado en este tipo de actitud.


Así pues, teniendo en cuenta lo anterior, es lógico pensar: ¿Por qué no lo intento? ¿No? Ánimo, recuerda que a aprender a hablar tampoco lo lograste en un día.

Fragmento extraído del libro: "Mindcoaching: ElementalMENTE", escrito por Anna Flores, Marc de Jaime y C.Pérez de Tudela.

sábado, 25 de enero de 2014

Mindcoaching: ElementalMENTE


«Mindcoaching: ElementalMENTE» no sólo es una guía imprescindible para profesionales que gestionan cambios de otras personas sino que es la perfecta hoja de ruta para todos aquellos que buscan cambios en sus vidas y no saben cómo generarlos.
Alguna vez te has preguntado en relación a los logros personales o profesionales de los demás: ¿Por qué ellos sí y yo no? Y a continuación has pensado: ¡¿Cómo lo hacen?! Si la respuesta es afirmativa, no te preocupes, lo hemos hecho todos. La cuestión importante es: ¿Quieres saber cuál es el secreto? ¿Quieres descubrir cuál es el método que te convertirá en uno de ellos? Si es así, éste es tu libro.
«Mindcoaching: ElementalMENTE» te enseñará un método único de entrenamiento para ejercitar tu mente. Directamente nacido del coaching, la PNL, la Neurociencia y otras disciplinas relacionadas con el crecimiento personal llega el Mindcoaching, la única que basa su método en aprender a auto gestionar cambios de manera permanente y constante en el tiempo.
A través de las increíbles capacidades que proporciona el cerebro, el Mindcoaching propone un método que permite a los profesionales que gestionan personas llevar a cabo procesos con mucho más exitosos. Aunque éste no sólo es un libro profesional ya que su versatilidad hace de él una estupenda guía para llevar a cabo esos cambios que estás buscando.
Muchos nos han preguntado hasta la fecha: ¿Cómo se llama ese método que permite generar cambios permanentes? Y nosotros siempre respondemos: «Mindcoaching: ElementalMente».

jueves, 2 de enero de 2014

Inteligencia Emocional: Ponerse en la piel del otro

Tradicionalmente la inteligencia emocional se ha relacionado con capacidades cognitivas tales como la memoria y la capacidad personal de superar un problema. No obstante, y así la historia lo ha demostrado, ésta se ha relacionado con más facilidad con aspectos como la empatía, la motivación, el estado de ánimo… Son numerosos los estudios que se han llevado a cabo desde el área de la psicología para llegar a conocer mejor esa capacidad innata tan importante.
Y es que estos han llegado a demostrar que ésta no sólo constituye al ser humano sino que lo determina y hace que su nivel de bienestar se distinga del de otros. Dichos estudios fueron realizados por numerosos como por ejemplo John D. Mayer, y  junto con Peter Salovey, ambos pioneros en la materia y descubridores de esta capacidad.

Aunque antes que ellos Thorndike, en 1920, utilizó el término inteligencia social para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas. Al igual que él, David Wechsler en 1940, describió la influencia de factores no intelectuales sobre el comportamiento inteligente, y defendió, además, que nuestros modelos de inteligencia no estarían completos hasta que no pudieran describir adecuadamente esas nuevas capacidades.

Y es que todos los psicólogos que de un modo u otro bordearon esta materia llegaron a una misma conclusión: El ser humano es profundamente complejo.

Precisamente por ello durante la década de los ochenta Mayer y Salovey continuaron con sus investigaciones y fue entonces cuando se dieron cuenta de que los modelos tradicionales no eran suficientes como para captar las múltiples destrezas y habilidades de la inteligencia humana. Fue entonces cuando acuñaron por primera vez el término: “inteligencia emocional”.

Bastantes años después, ya en 1995, Daniel Goleman, hizo popular dicho concepto a través de sus columnas periodísticas. Tras haberle dado difusión a través de la prensa publicó el famosísimo libro “Inteligencia emocional”, en el cual realiza un compendio de las investigaciones y enfoques existentes, ampliando la definición con nuevos rasgos y cualidades que dieron pie a nuevos modelos.

Pero… ¿qué es realmente la inteligencia emocional? ¿Para qué sirve? ¿Se trata de una de nuestras capacidades más potentes?

Una de sus definiciones es: La habilidad para comprender emociones y equilibrarlas, de tal manera que podamos utilizarlas para guiar nuestra conducta y nuestros procesos de pensamiento, con el objetivo de obtener mejores resultados.

No obstante, yo creo que la inteligencia emocional es algo más. Una capacidad mucho más profunda que nos permite conectar con los demás de una manera especial. Creo que este tipo de inteligencia prima por encima de las demás ya que sin ella las otras no obrarían con la misma ligereza.
Se dice que sentir es un arte más. No obstante, sentir puede sentir cualquiera. Cualquiera puede quemarse y sentir dolor, cualquiera puede ser sensible a cualquier tipo de cambio de temperatura. ¿Pero ponerse en la piel del otro? Eso es otro cantar.
Pues precisamente gracias a la inteligencia emocional somos capaces de identificar nuestras emociones y las de los demás; gracias a ella somos capaces de ponernos en el lugar del otro y compartir su alegría o su pesar, gracias a esta capacidad tan innatamente humana somos capaces de sintonizar con la parte más íntima de otro ser humano.
Si en el mundo se ejercitase mucho más esta inteligencia probablemente las cosas serían diferentes.
No obstante, el mundo está lleno de psicópata; los hay por todas partes, sobre todo en las altas esferas de nuestras sociedades. ¿Habías escuchado alguna vez el término: Patocrácia?

Si tu respuesta es NO, te invito a que leas mi próximo artículo. Por el contrario, te conmino a que contrastes tu información con la mío, quizás descubras algo que desconocías.