viernes, 9 de agosto de 2013

La nostalgia ya no es lo que era

Sirve para contrarrestar la soledad, el aburrimiento o la ansiedad, según nuevos estudios que indican que es buena para el cerebro.

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Ted Mosby, el personaje más nostálgico de la televisión, se ha pasado nueve temporadas contándole batallitas a sus hijos y recordando cómo conoció a su mujer.

En sus 20 años de aventuras, Ulises se sirvió del recuerdo de su Penélope en la lejana Ítaca para salir airoso de los numerosos obstáculos y dificultades con los que se fue topando en sus fantásticos viajes. Muchos siglos después, los investigadores ven en la figura del héroe griego uno de los grandes nostálgicos de todas las épocas. Y se hacen la pregunta: ¿acaso es tan negativa la nostalgia? 
Durante mucho tiempo se consideró un trastorno y llegó a ser descrito como una enfermedad neurológica de causas demoníacas. Pero la nostalgia vive hoy un renacer gracias a más de una década de estudios que ven en este sentimiento agridulce no sólo una inagotable fuente de inspiración para el arte, sino también un remedio contra no pocas fuentes de malestar como la soledad, el aburrimiento o la ansiedad.
Las parejas son más felices cuando comparten memorias, según estudios que también indican que la nostalgia hace a la gente más generosa y tolerante. Aporta significado a la vida y hace que la muerte parezca menos aterradora. Cuando la gente habla melancólicamente sobre su pasado, habitualmente se convierte en más optimista de cara al futuro. La nostalgia también tiene su contraparte puramente física: en lugares fríos, la gente puede usar la nostalgia para sentirse, literalmente, más calentita. Los investigadores descubrieron que la música –una de las herramientas favoritas para inducir a la nostalgia–tiene el potencial de subir la temperatura del cuerpo a la par que la añoranza (pincha aquí para acceder a la selección musical de los investigadores).
 “La nostalgia nos hace más humanos”, resume en este artículo el profesor Constantine Sedikides, de la Universidad de Southamptom. Este y otros investigadores pioneros en el estudio de este campo insisten en la universalidad de un sentimiento extendido por todo el mundo –a través de reminiscencias sobre amigos y familiares, vacaciones, canciones, puestas de sol– y alcanza hasta niños de siete años.
A la psicóloga española Mertxe Pasamontes le llama la atención que la nostalgia se interprete de este modo. “En teoría, supone un sentimiento de pena o tristeza por el recuerdo de una pérdida. Sin embargo, estas investigaciones se refieren más bien a la acción de recrearse en recuerdos agradables del pasado”. Pasamontes cree que está claro que la nostalgia, si la conceptualizamos en ese sentido, “puede ser positiva. Los momentos que atesoramos nos ayudan también a construir quiénes somos. Y si a eso le sumamos un disfrute intenso del presente, entre ambas cosas podemos tener muchos momentos de dicha”.

¿Te consideras una persona nostálgica? Para caracterizar a los individuos que participaron en sus estudios, los investigadores de Southampton desarrollaron una escala de la nostalgia. La mayoría de la gente confiesa experimentar nostalgia al menos una vez por semana, y casi la mitad tres o cuatro veces por semana. Estos encuestados aseguraron que la nostalgia les ayuda a sentirse mejor.
Es importante señalar que no todas las memorias son felices; incluso las agradables están teñidas con un sentimiento de pérdida. A pesar de ello, los elementos positivos pesan más que los negativos. Estos estudios llegan a decir que la nostalgia tiene una función existencial crucial, ya que trae a la mente experiencias preciosas que nos recuerdan el papel de seres queridos que nos valoran, o nos valoraban en el pasado. Por esta razón, los investigadores creen que la gente que tiende a la nostalgia lidia mejor con los temores ante la muerte.

Con tanta nostalgia, ¿nos escabullimos acaso del momento presente? “Sería ingenuo pensar que podemos estar todo el tiempo en un estado de presente”, señala Pasamontes. “Nuestro cerebro necesita planificar en ciertos momentos y para eso tiene que acudir a experiencias pasadas. Si no fuera así tendríamos que volver a aprenderlo todo cada día. Debe darse un cierto equilibrio entre vivir en el pasado o futuro y vivir en el presente”.
En este equilibrio, cree Pasamontes, está una de las claves de nuestro bienestar. La otra cuestión importante es cómo son esos “viajes” mentales al pasado y al futuro. “Si acudimos al pasado para conectar con recuerdos tristes o desagradables, no creo que eso tenga el impacto positivo que hemos visto en los estudios. Del mismo modo, si pensamos en el futuro como un lugar amenazante, eso no hará más que provocarnos ansiedad”. Por tanto, también es importante qué se recuerda, apunta Pasamontes, y que esto se haga de manera puntual, no como un modo de no estar nunca en el presente, porque el disfrute más pleno se da en el aquí y ahora.
Por otra parte, la nostalgia conlleva una desaceleración del ritmo vital. Cuando va a la carrera, la mente no tiene tiempo para recrearse en ningún tiempo pasado. Seguramente no sea casual que los estudiosos vayan al rescate de la nostalgia en un momento de prisas como el actual. Como señala Pasamontes, es necesario que podamos recrearnos en el momento que vivimos, respirarlo, dejarnos impregnar por él. “En ese estar en el presente sin fisuras, aderezado con esos recuerdos de otros instantes en que también supimos vivir la vida, es donde podemos encontrar más momentos de felicidad”.
* @nataliamartin es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella escribe a natalia@vidasencilla.es

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