Es cierto que no
todos somos genialísimos artistas con ideas revolucionarias o desbordante
creatividad con la que hacer grandes cosas, en eso probablemente
estemos de acuerdo. No obstante, como todo en esta vida, la creatividad se puede trabajar.
Si se quiere mejor existen una serie de herramientas y técnicas que podemos
utilizar para mejorarla.
Una de las más conocidas es la tormenta de ideas o brainstorming; ésta consiste únicamente en ‘vomitar’ ideas,
en plasmarlas en algún medio de la manera más rápida posible. Generalmente esta
técnica se lleva a cabo escribiendo las ideas en un papel o en una pizarra y
estirando todo lo posible la conexión entre un concepto y otro. Se puede hacer
en grupo o en solitario, no importa la manera ya que la dinámica siempre es la
misma. Si esta herramienta se utiliza en grupo los resultados siempre serán más
ricos ya que el número de ideas ‘vomitadas’ será mejor. Está demostrado
científicamente que en el 80% de ocasiones en que se utiliza ésta el resultado final es una
buena idea en bruto sobre la que luego trabajar.
Muy seguido, si revisamos
cualquier libro sobre creatividad, a ésta anterior técnica caso siempre le
seguirá la estrategia de creatividad de Walt Disney o estrategia Disney.
Ésta, como su mismo nombre indica, fue desarrollada por el popular creador del
imperio de los dibujos animados más famoso del mundo. Al contrario que la
anterior ésta sólo puede llevarse a cabo de manera individual. La explicación
es sencilla: Nuestro ser es el canal de conexión directo con las ideas. La
estrategia de creatividad de Disney consiste en observar una idea desde tres
puntos de vista diferentes; en este caso la única premisa a tener en
cuenta es que para desencadenar el proceso es necesario tener una idea
primigenia desde la cual luego trabajar.
Concretamente, la estrategia de
creatividad Disney se basa en valorar una idea desde un punto de vista
soñador, crítico y realista. Dicen que ésta nació porque Walt
Disney tenía tres despachos; uno era un espacio blanco, diáfano, con
muchísima luz y con una estética extremadamente minimalista; el otro era
un despacho sobrio, decorado de manera clásica, con alfombras, butacones y
una luz tenue; el tercero y último era un espacio decorado de manera moderna,
con colores, muebles originales y avanzados a su época, luz intermedia y un
perfecto equilibrio entre seriedad y ambiente lúdico. Se dice que cada
vez que Walt Disney quería desarrollar el argumento de una de sus películas
siempre hacía un recorrido por esos tres despachos; en el primero tenía las
ideas más locas e ilógicas, en el segundo se dedicaba a ser el peor crítico del
mundo e incluso insultaba el resultado obtenido en el primer despacho, en el
tercero, con la información del primero y del segundo, buscaba la manera de
poder contentar a ambos llegando a un punto intermedio de esas ideas. Ya
veis, tres despachos, tres tipos de listas, tres personajes muy diferenciados…
¿Qué hay en común? ¡Un único cerebro!
Y es que en todas las técnicas de creatividad hay algo en común: nosotros.
Seamos más o menos creativos siempre estaremos ahí, seremos parte. Lo
único que hay que saber es cómo trabajarlas y cuando aplicarlas. Está
más que demostrado por estudios desarrollados por universidades norte
americanas que la creatividad nace, pero también se hace. Llegados a este punto
podríamos utilizar ese símil tan socorrido que es el gimnasio; ¿verdad
que para muscular vamos al gimnasio o hacemos ejercicio en nuestra casa? Pues
con las aptitudes sucede lo mismo. Si estas no se trabajar diariamente
o de una manera periódica pautada se anquilosan y no funcionan como deberían.
Por último, antes de despedirme
de vosotros hasta mi próximo artículo, os propondré un sencillo ejercicio de
programación neurolingüística que enlaza a la perfección con el tema de la
estrategia de creativa. En cierto modo este ejercicio se podría considerar una
extensión del otro; su nombre es: Los tres mentores.
El ejercicio es sencillo y se
basa en lo mismo; valorar una idea desde diversos puntos de vista. Al
igual que en la estrategia de creatividad de Walt Disney en este ejercicio
observaremos una idea desde tres posiciones diferentes. Éste consiste en escoger tres
personajes: Un conocido que nos merezca mucho respeto, un famoso que respetemos
por alguna cosa y un personaje de ficción que al igual que los otros nos
infunda respeto.
El ejercicio se desarrolla
cerrando los ojos e imaginando que somos uno de esos personajes; podemos hablar
como él, sentarnos o caminar como lo haría él… y el objetivo es llegar a pensar
cómo lo haría él. ¿Qué diría sobre la cuestión que nos planteamos? ¿Qué te aconsejaría?
¿Cómo afrontaría él ese mismo problema? Tras pasar por las tres
posiciones, cuantas más veces mejor, tendremos una serie de respuestas anotadas
en un papel que 100% seguro nos servirán como punto de partida para buscar una posible
resolución a las incógnitas que queramos solventar.
Así que… ¿tienes arte o formas
parte?