"Coincidencia" es una palabra que se oye a menudo en labios de los racionalistas cuando alguien pretende sugerir que existen pruebas de la existencia de fenómenos paranormales. Pero en los últimos años, los defensores de lo paranormal han encontrado un arma en el concepto de "sincronicidad", desarrollado por el gran psicólogo y filósofo Carl Gustav Jung.
Para Jung, incansable paladín de la liberalidad, el hecho de llamar coincidencia a un hecho no cerraba automáticamente la puerta a un examen ulterior del mismo. Las coincidencias existen; es un hecho. Y, lo más importante, las coincidencias parecen a menudo tener un significado para quienes las experimentan; es otro hecho. Jung señalaba que debe haber poca gente que no haya tenido en su vida la experiencia que se denomina"coincidencia significativa". Muchos de nosotros nos resistimos a explicar o evaluar esos hechos por miedo a ser acusados de crédulos o supersticiosos. Pero sentimos frecuentemente que son algo más que mera casualidad.
En su ensayo sobre la sincronicidad, subtitulado Un principio vinculante no causal, Jung se interna sin miedo en esta zona inexplorada (que él describe como "oscura, dudosa y rodeada de prejuicios"). Nos recuerda que las leyes naturales según las cuales vivimos están basadas en el principio de la causalidad; si pasa esto, ocurrirá aquello. La observación empírica y las experiencias demuestran que esto es siempre así. Pero, insiste Jung, existen hechos que el antiguo principio de causalidad no puede explicar.
Cita datos procedentes de los muchos fenómenos comprobados reunidos por los investigadores psíquicos: materiales acerca de la PES reunidos por el doctor J. B. Rhine, casos verificados de precognición o sueños clarividentes y las "coincidencias significativas" reseñadas por investigadores como el doctor Paul Kammerer .
Jung se sintió atraído por estos materiales a causa de una curiosa sensación: creía que podía contribuir, de forma importante, a una mejor comprensión de la psique humana. En su trabajo inicial sobre la sincronicidad, le preocupaba "arar el campo", en la esperanza de que más adelante llegaría el momento de sembrar. Y, sin duda, no se equivocó al pensar que sus trabajos inspirarían investigaciones posteriores; sus ideas preliminares resultan asombrosas a cualquiera que pueda superar los prejuicios.
Jung se esfuerza en subrayar lo que considera el verdadero significado de muchos acontecimientos "sincronísticos" (término con que designan las coincidencias significativas o "paralelos simbólicos") en los que ve una agitación o "constelación" de los arquetipos, esos temas enormemente poderosos que parecen ocultarse bajo la conciencia humana. Ofrece varios ejemplos de constelación de su propia experiencia, incluyendo el caso de una paciente cuyos preconceptos racionalistas eran una rígida barrera para el progreso de su análisis.
La paciente relató a Jung un sueño en el que figuraba un escarabajo dorado, un símbolo muy significativo de regeneración, especialmente en el antiguo Egipto. Mientras hablaba, un insecto entró volando por la ventana y Jung, atónito, lo identificó como miembro de una especie que es la más próxima del escarabajo que se puede hallar en Europa. Como el "renacimiento" es una forma de expresar la transformación, que constituye la finalidad de la psicología jungiana -y como este curioso refuerzo del arquetipo del renacimiento supuso un gran progreso para la paciente- está claro que una coincidencia significativa puede resultar muy importante.
Pero los fenómenos aislados, por notables que sean, no ayudan a construir una hipótesis de trabajo, y Jung salió a buscar material empírico. Sabía muy bien que buscaba en zonas donde el establishment científico afirmaba que no había material, pero, como dijo irónicamente, lo mismo le sucedía a Galileo. De hecho, decidió examinar un conjunto de procesos tradicionales en los que la idea de la sincronicidad se da por sentada, o sea las formas de la adivinación esencialmente técnicas previstas para interpretar el significado de las coincidencias.
Las coincidencias pueden ser de dos tipos: triviales, cuando son juzgadas normales o debidas al azar, y significativas o razonables, cuando podemos pensar que existe algún sentido oculto tras ellas. Los encargados de estudiar las coincidencias significativas han establecido diversas clasificaciones agrupándolas en categorías, aunque muchos casos podrían catalogarse indistintamente en varios apartados. Veamos algunos ejemplos:
ÚTILES: El actor Anthony Hopkins estuvo buscando a lo largo de su vida una novela de George Feifer sin encontrarla hasta que, de repente, vió un ejemplar abandonado en el metro. Durante el rodaje de una película basada en esa novela, aquella resultó ser la única copia -repleta de anotaciones- que le quedaba al autor; un amigo a quien se la prestó la había perdido en el metro.
EL MUNDO ES UN PAñUELO: En 1914, una mujer alemana realizó seis fotos a su hijo y le encargó a una amiga de Estrasburgo que le revelase el carrete. Por culpa de la guerra mundial no volvió a verla y no logró localizar las fotografías. En 1916 adquirió una película cerca de Frankfurt y fotografió con ésta a su hija recién nacida. Tras revelarla, comprobó con gran sorpresa que en ella se apreciaba una doble exposición, la que acababa de comprar era curiosamente la película perdido en Estrasburgo.
LITERARIAS: En 1837, Edgar Allan Poe publicó Las aventuras de Arthur Gordon Pym. En ese relato, los cuatro supervivientes de un hundimiento, tras permanecer varios días en un bote a la deriva, asesinaron y devoraron a un grumete llamado Richard Parker. Cuarenta y siete años después, la embarcación Mignonette se hundió y los cuatro supervivientes que lograron sobrevivir en un bote decidieron comerse al grumete; se llamaba Richard Parker.
ADVERTENCIAS DE PELIGRO: Morgan Robertson escribió en 1898 una novela en la que describía el primer viaje de un gran transatlántico llamado Titán y que se consideraba "insumergible". Aquel barco se hundió una noche de abril después de chocar con un iceberg en el Atlántico. Catorce años después, el Titanic naufragó en idénticas circunstancias a las escritas por Robertson, cuyo ficticio buque poseía numerosas características parecidas a las del Titanic. En 1935, William Reeves -quien nació el mismo día que desapareció el Titanic- hacía guardia en el Titanian. Atacado por un presentimiento ordenó detener el barco cuando llegaron al mismo lugar donde se habían hundido los otros dos; gracias a ello no fueron arrollados por un iceberg.
VIDAS PARALELAS: En 1900, el rey Humberto I de Italia estuvo cenando en un restaurante cuyo propietario había nacido en el mismo día y ciudad que el monarca, además de ser muy parecido a él físicamente. Ambos se casaron el mismo día y con una mujer del mismo nombre. El dueño del restaurante había abierto el establecimiento el mismo día en que Humberto I de Italia fue coronado rey. Tales fueron las coincidencias que el monarca le invitó a un campeonato de atletismo que se celebraba al día siguiente. En el mismo instante en que comunicaron al rey que su doble había sido asesinado a balazos, el anarquista Bresci le disparó causándole la muerte.
NUMéRICAS: El compositor Richard Wagner nació en 1813. Su nombre tiene 13 letras. Escribió 13 óperas. Los números de su año de nacimiento suman 13. Encontró su vocación musical un 13 de octubre. Sufrió 13 años de destierro. Terminó Tannhauser un 13 de abril y dejó de ser tocada el 13 de marzo de 1845, tras su fracaso en París, fue repuesta el 13 de mayo de 1895. El teatro de Riga (allí se presentó como director de orquesta) se inauguró un 13 de septiembre. La casa donde se llevaban a cabo sus festivales en Bayreuth fue abierta un 13 de agosto y el último día que pasó en ella fue un 13 de septiembre. Wagner murió el 13 de febrero de 1883, decimotercer año de la unificación de Alemania.
NOMBRES COINCIDENTES: En 1911, tres hombres apellidados Green, Berry y Hill fueron ahorcados en Londres acusados de asesinar a Sir Edmond Godfrey en su residencia de Greenberry Hill.
LINCOLN Y KENNEDY: Aún así, veamos las sorprendentes coincidencias que hay en las vidas de dos presidentes norteamericanos, Lincoln y Kennedy: Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy fueron designados congresistas en 1847 y 1947 respectivamente. Lincoln fue elegido presidente en 1860, justo cien años después, en 1960 fue elegido presidente Kennedy. Medían 1'83 metros y sus apellidos tenían siete letras. Los dos presagiaron sus muertes ya que fueron vaticinadas por varios videntes. Además el secretario de Lincoln, apellidado Kennedy, y el de Kennedy, apellidado Lincoln, recomendaron no acudir a los lugares donde morirían. Fueron asesinados en viernes, por balazos en sus cabezas, disparados desde atrás y delante de sus mujeres; mujeres con las que perdieron un hijo durante su estancia en la Casa Blanca. Booth disparó a Lincoln en el teatro Ford y se refugió en un almacén; Oswald disparó a Kennedy -que viajaba en un coche Lincoln de la casa Ford- desde un almacén y se ocultó en un teatro. Los nombres completos de sus presuntos asesinos, nacidos en 1839 y 1939, suman quince letras cada uno, eran sureños y fueron asesinados horas después de los asesinatos -sin haber confesado su culpabilidad- por dos vengadores; denunciándose en los dos casos la existencia de conspiraciones que implicaban a personajes norteamericanos muy influyentes. Sus sucesores Andrew Johnson y Lindon Johnson (nombres de seis letras) eran senadores, demócratas del sur y nacieron, el primero, en 1808 y, el segundo, en 1908. ¿Es todo casualidad?