“Montana, 1902. En la comunidad minera de Butte nadie imagina que
la joven Mary está a punto de convertirse en una autora de fama
mundial. En apenas un mes, la crítica se rinde ante su talento y “Deseo que
venga el Diablo” se convierte en un best seller, con cien mil ejemplares
vendidos.
Por todo el país aparecen clubes de escritura que imitan su
estilo. Recibe ofertas de periódicos para escribir artículos en los
que ella debe aparecer como el tema principal.
Ha estallado el
escándalo MacLane. Deseo que venga el Diablo es una obra de
adolescencia extremadamente original, moderna y sorprendente,
una escritura de gran personalidad que trasciende tanto el género de
los diarios íntimos femeninos como la época en la que fue publicada,
y que convierte a su autora, como en una premonición, en la
primera bloguera de la historia”.
Este es un libro que nos llega volando a través del tiempo para
aterrizar en nuestras manos un siglo después de haber sido escrito. Un libro
rompedor donde los haya en la época que fue escrito.
Es bien cierto que denominan a Mary MaClane la primera blogera de la
historia, porque aunque su libro es un diario íntimo donde ella desnuda día a
día su alma, no fue escrito con la intención de permanecer a la sombra oculto
en un cajón, sino para dar el gran salto y ser expuesto a las miradas curiosas
de todo aquel que quisiera leerlo, y lo de menos fue si esas miradas iban a
comprenderla o iban a escandalizarse.
Parece mentira que unas confesiones tan rompedoras y provocativas
pudieran tener la resonancia que tuvieron un siglo atrás, no olvidemos que fue
escrito en 1902, en una sociedad que se escandalizaba de todo por todo, y aún
más, proviniendo de una mujer y para más inri de diecinueve años. Pero su
libro, sin lugar a dudas, tuvo un éxito acaparador.
Mary MaClane escribe en sus páginas con toda la rabia y la fuerza de la
juventud, en esa etapa de la vida en la que uno cree que el mundo entero está
en su contra, cuando se busca sin encontrar ese lugar en el mundo en el que se
pueda encajar. Cuando la relación con la familia no es un vínculo que une sino
que separa, porque uno no se siente amado ni comprendido. Con la frustración y
la impotencia de no pertenecer ni aquí ni allá, de no poder distinguir un
futuro ante sí ni un presente en el que apoyarse para impulsarse hacia delante.
Con toda la rebeldía de la juventud latente en cada poro de la piel. Cuando se
está inmerso en la típica fase depresiva de la adolescencia donde se está
dejando atrás la infancia y se está a punto de aterrizar en la madurez.
Esta joven escritora supo volcar en su “diario abierto” sus sentimientos
más profundos, plasmados con una filosofía muy personal, a la búsqueda de la
fama, pero sobre todo a la búsqueda de la felicidad. Y a lo largo de esa dura y
sangrante búsqueda se sintió la persona más desdichada del mundo porque nadie
podía sufrir como ella. Pero por el contrario a lo que podría parecer, Mary
MaClane no se sintió nunca inferior a nadie, como suele ocurrir en esta etapa
tan difícil de la vida, ella siempre se sintió por encima del mundo, un genio
dentro de su genialidad, la más inteligente, la más filósofa, la más sabía.
A pesar de todo lo expuesto, que es muy interesante, y de que el libro
no deja de tener su importancia literaria, el libro en sí no ha conseguido
atraparme entre sus páginas, tal vez porque a mí me gustan más las historia
noveladas que siguen un hilo conductor y que te van sorprendiendo a la vez que
vas avanzando en su lectura. Me ha cansado tanto pensamiento filosófico
adolescente y tanto dar vueltas al “yo y mis circunstancias”. No obstante para
los que os guste el ensayo o el leer un registro totalmente diferente a la
típica novela sea del estilo que sea, este libro os va gustar mucho.