A estas alturas de la vida seguro que te habrás dado cuenta
de lo importante que es durante una inocente conversación con cualquiera identificar
correctamente todos los datos que se desprenden de ella. ¿Verdad? Seguro que después de años y años de comunicación
no efectiva habrás llegado a pensar: Durante los primeros minutos de
conversación debo aprender a separar el continente del contenido o, dicho de
otro modo, el grano de la paja de una conversación.
Es probable que cuando te halles en una situación incómoda
pienses que quizás no serás capaz de sintonizar con el otro de manera inmediata
o amoldarte a su registro para lograr un rapport
efectivo que te facilite la comunicación y que vuestra transacción será un
desastre. Si es así no te preocupes. A continuación ahondaremos en dos tipos de
herramientas que te ayudarán a encontrar el registro correcto.
Ambas son una especie de «¿Quién es quién?».
¿Recuerdas ese juego? En él tenías que realizar una serie de preguntas por tal
de ir descartando personajes hasta llegar al correcto. Aquí la dinámica es
similar. Mediante observación y preguntas concretas podrás averiguar con qué
voz debes dirigirte al otro.
Cuando hablamos de voz no sólo nos estamos refiriendo a
aspectos técnicos como al timbre, la modulación o la entonación; lo hacemos en
un aspecto mucho más amplio. Al tratarlo de manera global ésta se convierte en
un compendio de aspectos técnicos, matices lingüísticos, jerga, gestualidad… un
todo que definirá quién no está hablando en ese preciso instante.
Así pues, el «¿Quién es quién?» nos dará información útil
para tratar con las personas y nos ayudará a sintonizar con mayor facilidad.
Esta herramienta principalmente se basa en el sistema
de psicoterapia individual que creó el psiquiatra estadounidense Eric
Berne en los años cincuenta y recibe el nombre de «Análisis transaccional».
En cierto modo su novedoso método revolucionó la rama de la psicología
humanista por ser innovador y progresista. Aún hoy en día en países como Suiza
o Austria está científicamente reconocido como un tratamiento válido para
tratar trastornos psiquiátricos.
Aunque más allá de valor terapéutico a nosotros lo que nos
interesa es la potente herramienta que nos brinda. El «Análisis transaccional» nos
permite averiguar quién nos está hablando. Y es que la herramienta de
análisis que creó Berne, a grandes rasgos, se basa en que cada vez que nos
comunicamos estamos efectuando una transacción, un intercambio. Visto desde ese
punto de vista es fácil entender que si al efectuar la transacción nos
colocamos a la altura del otro, ésta se realizará mucho mejor. El «Análisis transaccional» habla
principalmente de tres tipos de voces: La del padre, la del adulto y la del niño.
Aunque dentro de éstas hay otras sub-tipologías que matizan aún más la
transacción.
En resumidas cuentas: Cada vez que hablamos (depende dónde, cuándo o
con quién) asumimos una voz diferente para comunicarnos.
Así pues, resulta sencillo entender que la comunicación
entre un «Padre severo» y un «Niño travieso» no será fluida, correcta y
entendida por ambas partes, ¿verdad? Es obvio que entre ambos la relación está
abocada al fracaso y al no entendimiento si no encuentran un punto intermedio.
Bien, pues precisamente de eso se trata. De encontrar un
punto medio en nuestra comunicación. El «Análisis transaccional» busca este
punto medio intentando aproximar las posturas lo máximo posible a la voz
«Adulta». Ésta está considerada la razón por antonomasia; el dialogo
posibilitador. Nosotros, para así obtener una manera de comunicar efectiva, debemos
aprender a utilizar todos los registros; a comunicarnos desde la inocencia y el
carácter lúdico del niño, desde la rebeldía y la energía del adolescente, desde
la sobriedad y la resistencia al cambio del viejo y, por supuesto, desde la
lógica y el raciocinio del adulto.
Luego entonces, cuando estemos ante el otro utilizaremos la herramienta
bautizada como: «¿Quién es quién?» Con el único objetivo de establecer un
rapport más potente y crear contexto mucho más rápido.
Utilizarla es sencillo, sólo hay algunos aspectos que debes
tener en cuenta:
Lo primero de todo es saber qué estás buscando, averiguar
cuáles son los personajes que hay que desenmascarar. Recuerda: Buscamos a un
«Niño», un «Adolescente» y a un «Viejo». Y tu objetivo es neutralizarlos
mediante una conversación para acabar obteniendo dialogo directo con el
«Adulto».
Lo segundo que debes saber para utilizar correctamente esta
herramienta es cómo identificar a esos personajes:
-A la persona con el rol «Niño» la identificarás por lo sobre-excitable que es, por cómo las
cosas le encantan muchísimo o directamente las odia. El «Niño» no tiene término
medio. Una buena manera de identificarlo es preguntándole al cliente que cosas
divertidas ha hecho desde la última vez que os vistes. Si su respuesta es
muy eufórica sabrás que estás ante un «Niño». Estos suelen hablar
utilizando expresiones como: "¡Qué divertido!", "Fue
fabuloso", "Me encanta", "Me chifla", "¡Es un
rollo!", etcétera. Si quieres comunicarte correctamente con él nunca le
retes de manera autoritaria, no seas brusco. Su carácter lúdico es
nuestra vía de entrada. A través de ella podrás plantearle retos y camuflar los
pasos hacia su cambio como una gran aventura. Utiliza el humor, simplifica
cuando hables con él, evita las grandes disertaciones o ejemplos excesivamente
metafóricos y plantéale el proceso como un juego en el que al final hay una
recompensa.
-A la persona con el rol «Adolescente» lo identificarás fácilmente. Con gran probabilidad
éste adoptará una postura en el asiento un tanto desparramada, tirado hacia
atrás. Te observará evaluándote y buscará mil y una formas de provocarte. Es altamente
resistente a la autoridad y con él tendrás que andar con pies de plomo
planteándole las preguntas para que no se violente y se cierre en banda. Pese a
su apariencia el «Adolescente» no se resiste demasiado al cambio, el truco está
en hacer que crea que las ideas son suyas. Es decir, tú como comunicador
tendrás que gestionar la conversación de tal modo que parezca que las cosas las
sugiere él y que las decisiones son únicamente suyas. Dile lo contrario a lo
que quieres que haga o piense y sólo por llevarte la contraría y enarbolar su
libertad escogerá lo otro. Algo que es infalible para llevarle hacía un rol
«Adulto» será que siempre le des opciones, déjale escoger. Si algo valora por
encima de todo es que tú le dejes llevar la voz cantante.
-A la persona con un rol «Adulto» lo reconocerás porque al hablar aportará razonamientos lógicos y
argumentados. No obstante, no debes dejar que su palabrería te
despiste. Ellos son peligrosos en cuanto a que creen que su criterio es el único
válido y les cuesta aceptar otros puntos de vista. El «Adulto» es el rol en el
que debemos tratar con el cliente la gran mayoría del tiempo durante las
sesiones. No obstante, es lógico que los otros roles irrumpan durante una
conversación según el cariz de ésta por tal de auto protegerse. Si logras mantener
al otro el mayor tiempo posible en «Adulto» podrás efectuar una transacción
mucho más óptima para ambos. Esto lo lograrás siempre y cuando le sugieras
las cosas de manera razonada y argumentada sólidamente. El «Adulto» es
un hueso duro de roer que tendrás que tener bien calibrado para formular preguntas
poderosas en el momento más adecuado.
-A la persona con un rol «Viejo» la identificarás porque habla, habla y habla.
Todo lo
rebate. Hablará de todo sin límite e intentará copar la conversación con su
palabrería única y exclusivamente para evitar que tú hagas que se plantee
ciertos aspectos de ésta. Son personas con alta resistencia al cambio,
siempre responden con un: "Eso ya lo hice y no funcionó", "Una vez
lo probé pero…", "Siempre he creído que son tonterías", "A
estas alturas no creo que…", "Toda mi vida ha sido así y ahora no me
parece que…", etcétera. Como el adolescente, son rebeldes pero con
ellos no funciona el retarles diciéndoles lo contrario, siempre argumentan y
buscan excusas para todo. La única manera de neutralizarlos es hacerles
preguntas abiertas que les lleven a reflexionar: "¿Y si ahora
pudieses volver al pasado qué harías de diferente?". Nunca podrás llevar
razonar con alguien anclado en este tipo de actitud.
Así pues, teniendo en cuenta lo anterior, es lógico pensar:
¿Por qué no lo intento? ¿No? Ánimo, recuerda que a aprender a hablar tampoco lo
lograste en un día.
Fragmento extraído del libro: "Mindcoaching: ElementalMENTE", escrito por Anna Flores, Marc de Jaime y C.Pérez de Tudela.