No deja de sorprenderme como
Disney nos ha estado tomando el pelo durante años; no deja de sorprende el mal
que ha hecho la factoría Disney haciéndole creer a las niñas que llegarían a
ser unas princesas, que algún día conocerían a su príncipe azul; no deja de
sorprenderme como todo ese conjunto de patrañas se ha colado en la conciencia
colectiva y nosotros nos lo hemos tragado: ¡Pero ya no! ¡Hoy en día no!
Vivimos en la sociedad de la
hiper-información. Tenemos a nuestra disposición millones y millones de datos.
Posibilidades infinitas de investigar sobre lo que queramos desde nuestro ordenador.
Tenemos el poder; un poder que por ende nos lleva a la verdad. Verdad que nos
lleva a la cruda y dura realidad: ¡No existen los cuentos! ¡Solo existe la
cruda realidad! ¡Disney nos mintió!
En fin, dejando de lado toda esa
indignación y pasando de mi extensa introducción… Si hace unos días hablábamos de
la verdadera historia de la “Sirenita”, hoy nos gustaría desvelaros la
verdadera historia de “Pocahontas”
Lo primero que quiero decir es
que tanto Pocahontas como John Smith existieron. Está históricamente documentado,
así que podemos agradecerle a Disney que se documentase cuanto menos a la hora
de seleccionar el nombre de los protagonistas. Pero poco más. Y digo poco más
porque la historia no se parece ni por asomo a lo que Walt Disney nos explicó
cuando éramos niños.
Pocahontas era india, eso también
coincide, y que John Smith también. Pero ella tenía once años, allí hubo de todo
menos amor. Conoció a John Smith cuando su padre iba a ejecutarle y ella medió
para que eso no fuese así. A raíz del incidente se hicieron amigos y aquello
posibilitó una buena relación entre indios y colonos ingleses. Pero
absolutamente nada más; ni amor, ni cantos, ni viaje a Inglaterra para casarse…
Nada, de nada, de nada.
No obstante sí viajó a
Inglaterra. Lo que sucede es que lo hizo a la fuerza. Fue a Inglaterra cuando
el gobernador Samuel Argall la secuestró para imponer su voluntad en tierra
india. Ni amor ni leches; intereses políticos y punto. Durante su cautiverio la
obligaron a convertirse al protestantismo y pasó a llamarse Rebeca.
Paralelamente un inglés llamado John Rolfe se enamoró de ella y la hizo su esposa.
¡Quisiese ella o no! Era mujer y además india, ¿qué tenía que opinar ella? Para
más inri la dejó embarazada y tuvo un hijo al que llamó Thomas. ¿Dónde estaba
Thomas en la película, eh? ¿Era el pajarillo azul y no nos enteramos?
El final del cuento es tan triste
como todo en conjunto; en 1616 se presentó ante la corte del rey para pedir
permiso para retornar a su tierra con los suyos. Por lo menos tuvo suerte, el
rey estuvo a bien de atender su súplica y le permitió marchar. Pero no volvió…
¿Qué qué pasó? ¡Pues que murió de viruela! Y según Disney: “Rio abajo lo veré;
sé que rio abajo lo veré…”
Pocachontas acabó enterrada en
Inglaterra, en la iglesia parroquial Gravesend en el condado de Kent.
Y os preguntaréis que pasó con su
marido, ¿verdad? Pues lo que pasaría en la dura y cruda realidad: Se casó otra
vez, y como quien se cambia de vehículo, cambio de esposa. Otra que le sirviese
y le honrase como no había hecho la desagradecida de Pocahontas. Esa maldita
india que no quiso abrazar una cultura mucho más civilizada que la suya.
¿Qué os parece? Bonita historia, ¿verdad?
Pues esa es la cruda y dura
realidad; ¡Dejad de soñar princesitas y poneos las pilas! El príncipe azul no
os está esperando. Menead el culo, formaos y completaos y escoged alguien que
valga tanto o más que vosotras. ¡Qué nadie os diga jamás que no lo valéis!
¡Quienes no lo valen son ellos si son capaces de decíroslo! ¡Self-power!
Prefiero la historia de Disney. Déjame con la benda en los ojos...
ResponderEliminarNecesitamos las historias Disney.. porque sino.. la vida seria más deprimente de lo que ya es. Claro que hace falta ser realista, porque sino luego te das el golpe, pero en ocasiones, caer ayuda a levantarse y a aprender.
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