“Alicia,
recién divorciada y con dos niños, alquila un piso en un barrio sencillo que
parece lo que realmente es: un lugar lleno de vida auténtica, de la de verdad.
Confusa y agobiada, Alicia no sabe si va a ser capaz de estar tan viva como sus
nuevos vecinos. Sin embargo, casi sin quererlo, una sorprendente revolución le
espera entre las cajas de la mudanza.
Arturo
el Anciano, Ángeles la Dispuesta, Fernando el Guapo y Rodrigo el Tímido le van
a enseñar a Alicia la Triste que la felicidad es una planta que florece
inesperadamente y que, si no estamos atentos, corremos el riesgo de perdernos
su perfume.No importa que tengas veinte años o
ciento doce, cuarenta y tantos o sesenta y tres.
En esta novela estáis tú, y tu
vecino del bajo, la del 3º A, y el chaval del 1º B. Están tu barrio y otros
barrios, sucesos antiguos, de la semana pasada y también, ya lo verás, del
porvenir, ese lugar que puede ser —¿por qué no?—, tan luminoso como una
primavera”.
Esta es una novela de esas que tienen
alma, llena de vivencias cotidianas que pueden sucedernos a todos, de las que
todos estamos rodeados día a día y en la que sin remedio te puedes ver
reflejado.
Sílvia Laforet ha sabido trasmitir con
sentido del humor, sensibilidad y mucha dosis de ternura las relaciones humanas
que en muchas ocasiones se dan en las comunidades de vecinos, de las que tal
vez hoy en día no estamos muy acostumbrados por las prisas y la
individualización en la que nos vemos sometidos la mayoría nosotros, debido a
la vorágine social en la que estamos inmersos, pero que creo que todos en algún
momento de nuestra vida hemos tenido la suerte de disfrutar. Al menos a mí me
ha hecho aflorar recuerdos de mi niñez y juventud cuando los vecinos del edificio
donde vivía, y no solo eso, casi todo el barrio, éramos una comunidad donde la
solidaridad y las ganas de compartir eran el pan nuestro de cada día, también
es verdad que con algunas dosis de chafardeo y comadreo, pero a una cuando
alguien necesitaba algo. Una pena que este sentimiento de comunidad se haya ido
diluyendo en las comunidades de vecinos actuales.
La escritora nos dibuja una serie de
personajes marcados por las circunstancias que a cada uno le ha tocado vivir,
supervivientes del pasado en algunas
ocasiones o de un presente difícil de afrontar marcados como están por ese
mismo pasado.
Alicia acaba de instalarse en el edificio
con sus dos niños pequeños con un divorcio reciente a cuestas y con las heridas
todavía muy tiernas de ese fracaso matrimonial. Arturo, el más antiguo de la
comunidad, un anciano de noventa años, sin familia alguna, que ha vivido lo
suyo (fue uno de los niños de la guerra, separado de su madre y enviado a un
país extranjero para poder sobrevivir a la barbarie de una guerra civil)
inválido desde hace muchos años y al que el resto de vecinos ayuda
incondicionalmente repartiéndose su cuidado. Ángeles y Antonio, padres de una
adolescente de dieciséis años que los trae a mal traer, él en paro desde hace
un tiempo, sin posibilidades de encontrar trabajo y que día a día se hunde en
el pozo de la amargura amenazando con arrastrar al resto de la familia con su
caída. Ella, Ángeles, el alma y el motor de la comunidad, una mujer que se ha
hecho a sí misma con un empuje sin límites, un tanto cotilla pero con un
corazón de oro, y como una madre para el resto de vecinos. Fernando, el Peter
Pan de la comunidad, con casi treinta años sigue comportándose como un
adolescente, sin querer asumir responsabilidades y viviendo la vida tal y como
se le presenta, aún más tras la muerte de su abuela, a la que adoraba y con la
que vivía desde que a los dieciséis años abandonó el hogar paterno porque ya no
aguantaba más el maltrato recibido por un padre, amargado de la vida y que
siempre lo culpabilizó de la muerte tras el parto de su mujer. Rodrigo, soltero
con cuarenta años porque dedicó su vida a cuidar de su madre enferma, una mujer
déspota y manipuladora que no le demostró nunca el más mínimo cariño, pero que
tras su muerte y al quedarse en el paro se siente perdido en un laberinto del
que no sabe cómo salir.
Con este mapa de personajes integrados en
esta pequeña comunidad la trama se va desarrollando desde la visión de cada uno
de ellos, de su intercomunicación y de su ayuda mutua. Un libro que no tiene
intriga ni tensión, pero que fluye armoniosamente dejándote enredado entre sus
páginas y haciéndote disfrutar de principio a final.