domingo, 13 de mayo de 2012

Mujeres Desempleadas - CAPITULO 7 - Barbacoa & Reggaeton


La semana pasó con excesiva lentitud. Cuando llegó el domingo di saltos de alegría porque eso significaba que esa mañana mis amigas pondrían en marcha la operación “Cazar a la pájara Guacamaya”, nombre con el que la había bautizado mi amiga Lina. El plan no era demasiado complejo. Consistía en inspeccionar los parques y áreas de picnic frecuentadas por latinos en busca de Juanita. Quizás la parte menos clara del plan era como identificarla:

-         La llamaremos al móvil y ya esta –concluyó Lina.
-         ¿Y si resulta que después de tu amable llamada lo tiró? –dijo Susana.
-         A ver Susana… Estamos hablando de una tía que le robó el móvil a una muerta, ¿No te hace pensar eso que no tiene ni un duro para ir cambiándose de móvil?
-         ¿Y? No entiendo donde quieres ir a parar…
-         Que seguro que conserva el teléfono.
-         Si tú lo dices…

Dicho y hecho, las cuatro recorrieron todos los parques cercanos llamando una y otra vez a mi antiguo teléfono para intentar localizar a Juanita, pero nada.

-         Gabri ¿Por qué narices se reúne toda esta gente en los parques para beber? ¿No pueden quedarse en su casa? –preguntó Lina esforzándose por dejar a un lado sus prejuicios racistas.
-         Es el día en que todos los compatriotas se reúnen e intercambian recetas tradicionales, charlan sobre sus tierras… Es un momento de recogimiento y de sentir pertenencia.
-         Como tu cuando ibas al club ese, con tu peluca, tus pechos de plástico y tus lentejuelas –dice Bib intentando que entienda que es pertenecer a una minoría.
-         Pero nosotras no escuchábamos esta mierda de música –hace una pausa y empieza a cantar- “Se me enamora el alma, se me enamora… Cada vez que te veo, cruzar la esquina…” ¡Eso si es música y no esto!
-         Vamos chicas, se esta haciendo tarde y yo tengo que ir a casa a preparar la comida –dijo Susana.
-         Vayamos al parque de delante del bloque –propuso Gabri con aire resoluto- Allá se reúnen muchos de mis colegas.
-         Y muchas de tus amiguitas de por las noches, ¿No? –preguntó Lina con su característica malicia.

El parque Manuel de Unamuno o el Manuno como los vecinos lo llamabamos, lo construyeron cuando se celebró la cumbre del forum en Barcelona. Por aquel entonces se construyeron muchos parques parecidos a este. Era el momento de demostrar que Barcelona existe para el resto del mundo y por ello la alcaldía gastó millones en lavado de fachada para la ciudad.

Pero obviamente de eso había pasado mucho ya. El parque ya no era lo que fue, ahora era propiedad de las bandas callejeras y se había convertido en un lugar muy poco seguro. Solo los domingos, y como algo muy excepcional, aquel sitio recobraba su antiguo esplendor. Se llenaba de familia sudamericanas que pasaban el día comiendo, bebiendo y riendo con los suyos. Probablemente recordando día mejores en sus tierras como Gabri había explicado:
-         Mira allí hay gente, acerquémonos y vayamos llamando. A ver si hay suerte –dijo Bib.

Entonces, como si el universo así lo hubiese querido, un teléfono móvil comenzó a sonar. ¿Casualidad?

-         ¡Chicas! ¡Allí! ¡Es ella! –exclamó Lina corriendo hacia la muchacha.

Debía tener unos diecisiete años, veinte como mucho, era morena, probablemente peruana. Y efectivamente, tenía mi teléfono móvil:

-         ¡eh, tú! –dijo con mucha grosería- ¿Eres Juanita?
-         No… -contesté la chiquilla algo confundida- ¿Quién pregunta?
-         La tía que te va a…
-         ¡Lina! –exclamó Bib llegando a donde estaban- Hola, nena. ¿Qué tal? Disculpa a mi amiga, está un poco nerviosa. ¿Tú eres la famosa Juanita?
-         No, yo soy Cynthia –contestó más relajada.
-         ¿Me permites probar una cosa? –dijo Bib señalando el teléfono.
-         Si, señorita –dijo entregándoselo.

Rápidamente Bib marcó mi número y comprobó que el teléfono de Cynthia sonaba. No había duda, era mi teléfono móvil:

-         ¿De donde has sacado este teléfono? –preguntó Gabri.
-         Me lo regaló mi vecina. La señora Juanita.
-         Será guarra… -añade Lina.
-         Verás, nena… -dice Bib con diplomacia- El caso es que este teléfono es robado. Por  eso te lo han regalado. Pertenece a una amiga nuestra, por eso tenemos el numero. De ahí que tuvieses tantas llamadas.
-         Claro, ahora entiendo. Maldita Juanita –dice Cynthia enojada.
-         ¿Te importa devolvérnoslo? Es importante para nosotras –añade Susana.
-         Llévenselo.
-         Gracias, Dios te lo agradecerá –dice Gabri aferrada a su rosario.

Victoriosas lo cogen y se marchan directas a casa de Bib a revisar las llamadas del día en que me asesinaron para obtener alguna nueva pista. Pero claro, no todo podía ser tan fácil, alguien las había estado vigilando toda la mañana sin que lo supiesen. Ni yo que ahora soy omnipresente, ¡Toma ya con la palabrita!, me había dado cuenta.

-         Señoritas, ¿Dónde van con tanta prisa? –dijo el inspector Coronado apareciendo entre unos arbustos.
-         Vaya –dijo Bib intentando aparentar serenidad- Que casualidad.

De pronto Gabri hizo el ademán de echar a correr pero Coronado la cogió del brazo para impedírselo:

-         De aquí nadie se marchará hasta que hablemos, ¿Entendido?
-         Si, suélteme, carajo. Me está haciendo daño –exclamó Gabri intentando zafarse.
-         ¿Qué es lo que quiere inspector? –insistió Bib.
-         Quiero que dejemos clara una cosa –hizo una pausa que pareció totalmente impostada y prosiguió- Estamos en el mismo bando. Buscamos lo mismo: La verdad. Y haciendo cosas como estas lo único que consiguen es entorpecer la investigación. ¿Qué tienes ahí Bib? –dijo señalando a donde ocultaba el teléfono móvil.
-         Esto –dijo entregándoselo.
-         Así que este es el famoso teléfono que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado –dijo Coronado observándolo- Puede que aquí encontremos las respuestas que andamos buscando…
-         Ojala –dijeron todas al unísono.
-         Y usted –dijo el inspector señalando a Gabri- Por mi no tiene que preocuparse, yo no soy de inmigración, a mi de hecho me da exactamente igual la situación en la que esté. Le pido lo mismo que le pido a todas ustedes, pido cooperación. ¿Me van a echar una mano para averiguar quien mató a Maria Alicia?

Todas asintieron. Lo que no sabían es que aquel pacto acabaría manchado de sangre… Uno de ellos moriría a manos de mi asesino/a. Aquella investigación no iba a ser más que el principio de un gran escándalo.

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