Si ya le ha dicho algo inconveniente a su jefe y está leyendo esto, básicamente tiene usted un problema, porque es obvio que la vida sigue, y la suya a partir de ahora sólo puede ser un poco peor. No le eche la culpa a los mayas. Le queda el consuelo de que antes de que acabe el día la tierra se ponga a temblar, que el Sol explote, que caiga un meteorito o que venga la gran ola. Si pasan las horas y sigue vivo, dése el gusto en Twitter: #cantalas40atujefe
Si llega el cataclismo, o está seguro de que los mayas eran de verdad astrónomos y no astrólogos de feria como los que salen en la tele en los programas de madrugada, tire los dados, y aproveche los pocos minutos que le quedan para decirle a su jefe lo que piensa de él. Nadie podrá morir más tranquilo. Aquí tiene algunos consejos para que sus últimos minutos (y palabras) sean una queja razonada y tan poderosa como las fuerzas de la naturaleza.
Pero por si acaso el mundo no se acaba y usted ya ha hablado de más, también encontrará aquí algunas recomendaciones para la nueva vida profesional que le espera, porque es evidente que su jefe (y su empresa) ya no cuenta con usted después de lo que ha dicho.
Lo que puede decir si termina el mundo
Por supuesto, el fin de los días pillará en la oficina al jefe omnipresente, aquel para el que la empresa es su vida. Controla todo y nunca delega. En la confusión del momento, hágale saber lo mucho que le molesta a usted lo poco que él o ella confía en sus colaboradores. Critique su inseguridad tóxica, que es la que lleva a querer tenerlo todo bajo control. Y deje que la naturaleza haga el resto.
El fin del mundo será un buen momento para ver cómo reacciona el típico jefe que nunca tiene prisa para nada. Probablemente en esos momentos dramáticos tendrá que abandonar su actividad favorita: estar pegado al teléfono, navegando por Internet y sin acelerarse por ninguna cosa. Sea cual sea el cataclismo, habrá cortado las líneas telefónicas. Será divertido ver cómo, hasta en esos momentos decisivos, su ataque de resolución le llevará a delegar una vez más en el equipo, al que exigirá la decisión de la que carece. Sálvese usted.
Quizá aunque se acabe el mundo sea su día de suerte si su jefe es de los que se pueden denominar ausentes, y le da por aparecer precisamente hoy. Será perfecto para echarle en cara que aparezca en contadas ocasiones y siempre en los momentos más inoportunos. Aproveche para recordarle su especial habilidad para echar la culpa a los demás de los errores empresariales que provoca su ausencia.
Un consejo importante: si su jefe es del tipo sumiso, de esos que se dedican básicamente a quedar bien con sus superiores, corra y ni se preocupe de decirle nada. Deje que él siga con su obsesión por tener contentos a los de arriba. Se quedará esperando órdenes y terminará así su brillante carrera.
Qué puede hacer si ha metido la pata y la vida sigue�
Si ha llegado hasta aquí y todo está tranquilo, pero ha dicho lo que no debía, relájese y prepare un plan de acción para paliar los daños en su carrera:
Ha incumplido usted la primera regla de oro: hay que salir bien y de forma elegante de la empresa. Lo tiene difícil, pero aún podría gestionar adecuadamente su imagen, ante su jefe y ante sus colegas.
La cuestión es cómo puede gestionar a partir de ahora el hecho de que su jefe está convencido de que se ha desengachado emocionalmente de su trabajo y que está presente en cuerpo, pero no en espíritu. Debe combatir el hecho de que le transmite una falta de compromiso en el proyecto, para paliar que sus mandos dejen de contar usted.
Hay un mito falso que dice que en la empresa sólo se puede hablar de las cosas buenas. Ese entorno resulta artificial e inspira desconfianza. Las personas necesitan saber qué se espera de ellas. Pero usted se ha pasado de la raya, y ya está marcado como el cenizo permanente. Es la clase de empleado que no deja opción para razonar. Tendrá que vivir con ello.
Como consejo fácil, pruebe a tener una actitud meditativa; disfrute del aquí y del ahora en vez de pensar constantemente que la situación es desastrosa para usted. Que lo es.
Se suele decir que pasar inadvertido es bueno, y en su situación quizá sienta la tentación de probarlo. Pero ser camaleónico con el entorno es una técnica inútil cuando se trata de crecer en el trabajo, y usted debería jugar una última carta para redimirse: evite ser de los que no arriesgan; de los que se dedican a tareas que implican pocas decisiones. Mucha suerte.
Si el infierno profesional que se ha creado tiene visos de durar algún tiempo y usted acude a un trabajo que le aborrece, piense en determinadas habilidades y competencias que ese trabajo supuestamente odioso potencia en usted. Analice cómo se puede enriquecer esa actividad que odia. Segmente su trabajo: podrá encontrar que, al igual que algunas tareas resultan difícilmente motivadoras existen otras que se hallan en una zona de no insatisfacción. Focalizar la atención en gratificantes fomenta la automotivación.
No es lo mismo querer marcharse para huir de un mal ambiente de trabajo o de un mal jefe, que hacerlo porque la organización no brinda oportunidades de crecimiento profesional y aprendizaje. Su caso es el primero. Es muy difícil que en el largo plazo coincidan las expectativas de desarrollo de un profesional con las necesidades organizativas. Cuando no coinciden, lo razonable es buscar el progreso fuera.
Fuente:http://www.expansion.com
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