Hoy, Día de la Mujer, hablamos con varias madres trabajadoras para saber qué ocurre para que nuestro país también esté a la cola en lo referente a los horarios de trabajo.
08 DE MARZO DE 2013
08:08 H.
Trabajar y ser mamá requiere estar en forma y buena práctica en malabares, especialmente cuando, por algún motivo, la madre está sola para ocuparse de los hijos. Las dificultades forman parte del engranaje de esa especie de círculo vicioso que supone la falta de apoyo a la conciliación en la legislación laboral y una cultura empresarial que dirige a las madres o mujeres embarazadas una mirada de resquemor. Un resentimiento motivado por ese mal endémico de nuestra cultura empresarial que sigue valorando la capacidad del trabajador por las horas de trabajo más que por los resultados. Una cultura en la que mujer embarazada o madre con hijos es igual a menos hora de trabajo. Y en esa ecuación seguimos plantados.
Ha habido muchos avances, sí: iniciativas empresariales de fomento de la conciliación; una Ley de Igualdad de Oportunidades; mucha teoría de la responsabilidad en la crianza compartida… pero nadie podría negar sin cruzar los dedos que sigue siendo la mujer la que más presión soporta, la que más veces tiene que renunciar a una carrera profesional de éxito. “Tanto cuando he tenido pareja como cuando no, he sentido que la mayor carga recaía sobre mí”, añade Yolanda, que cuando su hija era más pequeña pidió una excedencia laboral por el traslado y la promoción de trabajo de su marido.
Si la conciliación no llega, habrá que lucharla
En esta lucha colectiva por la conciliación, hay gestos como calderos de agua fría. La nueva directora de Yahoo, Marissa Mayer, que se incorporó al trabajo 10 días después de dar a luz, ha comunicado a sus empleados recientemente el fin del teletrabajo en la compañía. Una medida que ha sido muy cuestionada tanto dentro como fuera de Yahoo pero especialmente criticada por las madres estadounidenses, que han visto en este gesto un golpe por la espalda a los avances en la conciliación.
En nuestro país, los avances están siempre por llegar y mientras llegan muchas madres se movilizan. Marta Gual “tenía un nudo en el estómago” propiciado por una realidad laboral que apenas le permitía disfrutar de su bebé tres horas al día. A través de su bloginició una iniciativa, Conciliación Real YA, que está canalizando los esfuerzos de miles de madres y padres unidos por el anhelo de la conciliación. En octubre pasado conseguían presentar en el Congreso de los Diputados algunas de las propuestas que defienden en su plataforma.
Marta lo tiene muy claro: “Queremos que entiendan que la conciliación no es construir más guarderías o aumentar las horas escolares. Queremos horarios racionales, que permitan a las familias estar juntas para algo más que desayunar y cenar, a todas las personas tener vida más allá del trabajo. Y todo esto que pedimos se está haciendo ya en otros países, con excelentes resultados.”
En este sentido y frente a una cultura empresarial que les es adversa, muchas mujeres se arriesgan a tratar de lograr cambios en sus puestos de trabajo. “Antes de entrar en mi actual trabajo, una de la condiciones que expuse en la entrevista fue teletrabajar un día a la semana para poder estar con mis hijos”, explica Yolanda Román. Pero este sigue siendo un riesgo que muchas veces puede generar serios problemas para la trabajadora. “En mi caso no me renovaron mi contrato como asesora cuando se enteraron de mi embarazo y desde ese momento inicié mi lucha porque la crianza en primera persona fuese un derecho y no un lujo de unos pocos”, explica Catalina Echeverry, que también apoya el grupo Conciliación Real YA y forma parte de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios españoles.
En lo que todas las madres coinciden es que la flexibilidad por parte de las empresas es necesaria. “No se trata sólo de medidas flexibles, sino de adoptar una mentalidad flexible”, puntualizan en su libro, Diez años de conciliación en España, la profesora Nuria Chinchilla y la investigadora Consuelo León. Ambas autoras denuncian en sus investigaciones “una resistencia a adoptar políticas de flexibilidad por parte de algunas empresas porque pesa todavía más el temor a una mayor dificultad organizativa que los beneficios obtenidos de una cultura basada en lograr objetivos y no en las horas de presencia”.
Pero no todas las empresas son iguales –no hay que olvidar que detrás de una empresa, hay personas– y también se comparten experiencias positivas, como apunta Irene Milleiro, Directora de Campañas de Change.org, y su mujer, Hanah Schildt. “Las dos trabajamos, pero tenemos la suerte de hacerlo en dos empresas que dan mucha flexibilidad a madres y padres para ajustar los horarios a sus necesidades, por ejemplo entrando y saliendo más temprano. De hecho a mi mujer, que trabaja en la embajada de los Países Bajos, le ofrecieron la posibilidad de trabajar 4 días. Somos conscientes de que si eso no fuese así todo sería mucho más difícil para nosotras pero sobre todo para nuestro hijo”.
En este camino hacia el ideal de conciliación que la sociedad anhela, lo cierto es que las madres se han hecho especialmente expertas en el malabarismo de trabajar fuera de casa, dentro del hogar y cuidar y pasar tiempo de calidad con los hijos. Y además tratar de disfrutar del tiempo libre para unas cañas o un libro. La familia –elemento clave de nuestra cultura mediterránea– ayuda, pero cuando no está cerca, no hay nada como tener amigos. “Lo más difícil son los eventos relacionados con el trabajo fuera del horario laboral, por la tarde-noche. Nuestro enano ya ha disfrutado de varias presentaciones de libros y hasta de conferencias, porque a esa hora es difícil dejarlo con alguien. Y nuestra vida –sin abuelos en Madrid– sería imposible sin nuestras amigas, que se han convertido en un maravilloso ejército de tías que nos han sacado de más de un apuro”.
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