miércoles, 26 de septiembre de 2012

Aventuras y Desventuras de alguien en busca del Amor - CAPITULO 7 Juana & Arturo


Arturo: Miro el reloj por octava vez en los últimos cinco minutos y me pregunto: ¿Maruja me dará plantón? Por tal de relajarme agarro el diario que he traído conmigo y le echo una ojeada rápida rezando por que los minutos vuelven y aparezca. Un artículo me llama la atención al abrirlo por la página veinte:

“Más de un 70% de los denominados “Singles” buscan pareja estable. Por ello cada día es más frecuente recurrir a servicios profesionales que se encargan de orientar a los solteros en su búsqueda. Buscar pareja en chats o a través de páginas de contactos ya no se estila; ahora lo que realmente está de moda es el asesoramiento de tú a tú. En la actualidad están proliferando las empresas que ofrecen servicios de lovehunter, life-coach, my Brand y otros muchos tipos de consultaría personal dirigidos a convertir al soltero en un triunfador seguro de si mismo, capaz de conseguir todo lo que se propone; incluso al amor de su vida”

¿Singles? ¿Pareja estable? ¡Menudas chorradas se inventan hoy en día! Donde esté lo tradicional que se quiten todas estás chorradas. En mi época no había nada de todo esto y bien que me eché novia y me casé, ¿No?

Juana: Estoy frente al restaurante, observando a Arturo, ¿Qué hago? ¿Entro o no? Me pregunto una y otra vez incapaz de decidirme. Le observo a través de las ventanas de “Casa Pepe” y veo que está leyendo el periódico. Puede que sino me presento no pase nada. Tampoco estoy obligada en absoluto, ¿No? Doy media vuelta, y cuando estoy a punto de marcharme decido no hacerlo. Después de todo, yo soy una señora de los pies a la cabeza. Entraré y le diré que no hay cita, que he venido para no dejarle plantada pero que me voy. Sí, eso voy a hacer. Con paso firme y decido cruzo la acera y entro en el local.

Arturo: Dejo caer el periódico sobre la mesa y la ráfaga de perfume que arrastra el aire que entra de la calle me anuncia que Juana ha llegado. Está muy guapa. Obviamente se ha arreglado para mí, no esperaba otra cosa. En un gesto coqueto muevo mi mano hasta mi mata de pelo color platino y lo atuso. Me pongo en pie y le digo:

-      Vaya, vaya… Que placer más inesperado poder compartir espacio con una belleza tan elegante como tú. ¿Puedo? – digo tratando de besar su mano.
-      Pues no sé porque tanta zalamería. ¿No habíamos quedado aquí a esta hora?
-      Sí, bueno… Hace unos quince minutos de hecho. Por eso digo que ha sido inesperado, pensé que no vendrías.

Maruja: ¡Será gañan! Si se piensa que con estas tonterías caeré rendida a sus pies lo lleva claro. ¡Yo ya me casé una vez! ¡Conozco a los hombres y sus trucos!

-      Pues aquí estoy. ¿Y qué? ¿Contento?
-      No encuentro el adjetivo que describa lo que siento.
-      Ya será menos… En fin, que venía a decirte que…
-      ¿Un poco de vino? –pregunta Arturo llamando a la camarera.

Nadja: Ver al jefe de Salva coqueteando con la madre Lucía, la cita a ciegas en la que le conocí, me resulta una escena de lo más gracioso. Me acerco a ellos y no puedo evitar ruborizarme al ver el semblante pétreo de esa mujer:

-      ¿Qué querrán los señores?
-      ¡Pues me gustaría que no hubieses fastidiado la cita de mi hija, pero supongo que para eso ya es bastante tarde, así que trae el mejor vino blanco que tengáis! Y rapidito que tengo prisa…

Maruja: Supongo que puedo tomarme unas copitas, eso no me hará daño. Total… ¿He venido hasta aquí, no? ¡Pues que pague!

-      ¿Tienes prisa? –pregunta Arturo de repente.
-      Sí, eso es lo que te iba a decir. He dejado un puchero haciéndose y no puedo estar mucho rato aquí contigo.
-      ¿Un puchero? ¿Por la noche?
-      Sí. El puchero está mejor de un día para el otro. Siempre lo hago por la noche. ¿Algún problema?
-      No, no, ninguno. Y bien, ¿qué tal todo?

Nadja: Cuando el reloj marca las doce me percato de que don Arturo y doña Maruja aún están en el comedor. Me acerco poco a poco y compruebo que la tensión del principio de la velada ha disminuido y que ahora impera un ambiente mucho más tranquilo. ¿Habrá sido el vino o quizás otra cosa llamada amor?

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