El concurso de la literatura se expone este fin de semana en Madrid
con la crudeza de un programa piloto. De un lado, autores noveles
rabiando por una oportunidad; del otro, editores callosos pero con
debilidad por los debutantes. El escritor tiene la oportunidad de
demostrar que su melodía es la más bonita y que sabe llegar a las notas
altas. El editor puede aplaudir o apretar el botón de la trampilla de
los cocodrilos.
La relación entre los dos gremios ha sido asimétrica siempre, pero se
ha hecho más escarpada en un contexto editorial de contracción y
conservadurismo (hay quien dice que también de escaso talento) en el que
promocionar a un novato suena a suicidio. El encuentro Cuatro editores en busca de autor,
dentro del festival de literatura Eñe, ofrece desde hoy a 16 escritores
debutantes la ocasión de poner cara a los miembros del jurado; y a
estos, de exponer sus razones y circunstancias. Se reunirán en privado y
el sábado los editores presentarán sus impresiones en una charla en el
Círculo de Bellas Artes. No hay pistas de qué harán unos y otros cuando
se tengan enfrente. Probablemente, los que escriben contarán por qué
merecen ser publicados; los que editan escucharán y darán pistas sobre
cómo respira la industria, cómo lee un editor, y la mejor forma de
armarse ante el reto de publicar.
Extrayendo ideas de una conversación con los cuatro editores que
participan en la actividad —Pepo Paz (Bartleby, poesía y narrativa),
Cristina Fallarás (Sigue leyendo, edición electrónica), Constantino
Bértolo (Caballo de Troya, narrativa) y Juan Casamayor (Páginas de
espuma, relato)—, este es un compendio informal de sus consejos para el
autor novel.
>> Arriesgar en la creación. “En este contexto
no hay que hacer lo que espera Mondadori; hay que apostar por lo que
quiere uno”, asegura Fallarás. “La industria ha impuesto convenciones
como novelas de entre 250 y 400 páginas, pero eso se está rompiendo. Van
naciendo nuevas formas”.
>> Elegir destino. Cuanto mayor sea la editorial, más difícil es publicar. “Al filtro de calidad se le añaden lo que opinen el director de marketing,
el de ventas…”, piensa Casamayor. “Los autores deben saber por qué les
interesa una editorial u otra”, dice Bértolo. Sobre los agentes hay
muchas dudas: son efectivos pero, sin contactos o buenas perspectivas,
es difícil encontrar alguien que represente a un novato.
>> Un manuscrito limpio. “Después de acabarlo
hay que leer, corregir, dejarlo que descanse en el cajón”, dice
Casamayor. Nada debe quedar a la piedad del editor.
>> Sin dudas. “No nos engañemos: saber
venderse forma parte de la poética contemporánea”, expone Bértolo. “Es
un consejo general. Todos nos hemos convertido en viajantes de
comercio”. Si un autor no cree en su obra, es difícil motivar a un
extraño. Tiene que haber firmeza desde el correo que acompañe al
manuscrito.
>> Paciencia. “El tempo del que
escribe es diferente del que edita”, reconoce Pepo Paz. Entre tres y
nueve meses le toma al editor leer un original. Y si dice sí, la espera
para llegar a la librería acaba de empezar. “Yo estoy trabajando en el
catálogo de 2014”, ejemplifica Casamayor.
>> Aceptar que el mundo es injusto. “Publicar
en una editorial como la mía, con 15 títulos anuales, es muy difícil.
Incluyo un par de noveles; tres, si estoy zumbado”, dice Pepo Paz.
Incluso manuscritos considerados buenos no se publican. Casamayor:
“Quien te diga que no se preocupa de las cuentas, no es editor”.
>> No aspirar a grandes tiradas. “Yo las hago
mínimas, hasta de 300, porque colocar a un novel es casi imposible”,
cuenta Paz. “Ofrecemos una tirada corta, pero nuestro prestigio y el
trabajo de apoyo a la creación”.
>> Un rincón en la librería. Para un debut con
pretensiones artísticas las posibilidades de copar la mesa de novedades
son ínfimas. “Luce más una novelita de Henry James que el primer
trabajo de un chico de Cáceres”, explica Casamayor. Vencer a un muerto
es difícil.
>> Olvidar los periódicos. Los medios de
comunicación también están en crisis. Apuestan por lo seguro y no
regalan espacio. “Prefieren traducciones y clásicos. La crítica se
siente más segura ante una obra ya homologada”, opina Bértolo. Fallarás
ve que la venganza se puede encontrar en las redes.
>> Pero no dejar de exigir. El autor debe
pedir al editor. “Que hable de correcciones y puntos de vista”,
recomienda Casamayor. “Aunque seas primerizo, tienes que saber cómo van a
distribuir, si habrá entrevistas…”.
>> Opción electrónica y autoedición. “Internet
es una oportunidad”, cree Pepo Paz, “pero el editor certifica la
calidad y aporta”. Abunda la impresión de que es más útil para calmar el
ansia del autor que para difundir una obra. Fallarás sí apuesta por la
electrónica sin reservas: “Es el mejor momento de la historia para
publicar. El papel se vende poco y caro. Sacar libros baratos es una
oportunidad para el escritor y el lector”. La editora considera que
Internet puede ser también el primer paso para llegar a la librería.
“Mis contratos solo atañen a la versión digital. Si el libro funciona,
los autores pueden firmar con una casa de papel”.
>> Premios. Muchos son para consagrados;
otros, otorgados de antemano. Pero son un apoyo alimenticio y un masaje
para el ego. “Para los editores no son una referencia”, avisa Casamayor.
“Y cuidado con un escritor que deforme su escritura para agradar una
vez a la Generalitat catalana y otra al Consejo galego”.
>> Atentos a lo esencial. “Lo importante es el
texto. No sirve que el autor te cuente que tiene muchos parientes que
comprarán el libro”, asegura Bértolo. Para publicar, lo más importe es
escribir. Escribir bien, y resistir. Luego ya llegará lo demás. Hasta un
editor tiene su corazón. Lo dice Casamayor: “Después de dar 500 noes,
un sí es un gran placer”.
Fuente: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/11/16/madrid/1353028649_762942.html
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