Uno de los procedimientos de los que se sirven las lenguas para crear nuevas palabras y, en consecuencia, enriquecer el léxico, son las palabras que proceden de marcas registradas o de marcas comerciales.
Originalmente, el nombre comercial de una marca registrada funciona como un nombre propio, se escribe con mayúscula inicial y se usa para identificar un producto concreto. Con el tiempo, muchos nombres de marcas han pasado a convertirse en nombres comunes o genéricos para indicar un conjunto o una clase de productos con rasgos iguales o similares y, a diferencia de los otros, se escriben con minúscula.
Hoy, cuando nos referimos a un refresco de cola en general, cualquiera que sea la marca (Coca-Cola, Pepsi o los menos conocidos en Europa Mecca-Cola o Inka-Cola), hablamos de una cocacola o de una coca-cola (en origen un tónico cerebral y nervioso elaborado a partir de hojas de coca, semillas de un árbol ecuatorial llamado cola, ácido fosfórico y hasta siete sabores naturales). Lo mismo ocurre cuando pedimos un martini en un bar y nos ponen un platillo con kikos (granos de maíz tostado); cuando compramos unas juanolas en la farmacia; cuando decimos que nos tomamos un colacao antes irnos a dormir, que desayunamos leche con nescafé y un dónut o que nuestro coche es diesel. En todos estos casos el nombre de la marca se convierte en paradigma del valor de dicha marca, aunque existan otras para productos del mismo tipo.
Cuando los productos designados por estos nombres de marcas son de uso habitual, los usuarios empiezan a considerar el nombre de la marca no como una marca en particular, sino como una palabra que designa al conjunto de productos que comparte esas características. Sirva como ejemplo el caso de la palabra clínex, procedente de la marca registrada kleenex, para referise a cualquier pañuelo de papel, independientemente de la marca a la que pertenezca.
La prueba de que muchas de estas palabras están muy asentadas en nuestra lengua la tienen ustedes en los diccionarios. Por ejemplo, el ‘Diccionario de uso del español María Moliner’ (3ª edición, edición electrónica, 2008), registra 128 términos procedentes de marcas registradas; en el Diccionario de la Lengua Española de la RAE (22ª edición, edición electrónica 2003) aparecen 80; en el Diccionario de uso del español de América y España (2003) constan 109; y en ninguno de estos tres aparece la palabra cocacola.
En muchos casos la palabra con la que nos referimos a un producto se mantiene en la lengua mientras la marca desaparece. ¿Conocen ustedes tiritas de la marca ‘Tirita’? ¿Han visto recientemente un minipímer, una túrmix, un salva-slip o un potito de estas marcas? Y no es infrecuente que algunos de estos nombres se comporten como adjetivos: es el caso de cuerpo danone, sonrisa profidén, sonrisa colgate, papel albal, sombrero borsalino, sonido dolby, platos o vasos de duralex, persianas gradulux, cámara polaroid, falda chanel, traje chanel, botas chirucas, etcétera.
Ante este tipo de neologismos los hablantes no suelen percibir que el nombre que utilizan para designar un conjunto de productos que comparten unas determinadas características fueron, en origen, nombres de marcas. Les invito a que se hagan una prueba a sí mismos con esta lista de palabras frecuentes que les presento a continuación y que después les pregunten a familiares y amigos: maicena (de Maizena); bamba ‘zapatilla de tela ligera y cerrada’ (de Wamba); casera ‘gaseosa’ (de La Casera); aspirina (de Aspirin, formado por ‘a’ –de acetil– y ‘spiraea’, planta en cuyas flores se encuentra el ácido acetilsalicílico); celofán (de Cellophane); chupachups (de Chupa Chups); delco (de Delco, nombre de marca registrada formado por las siglas D(ayton) E(ngineering) L(aboratories) C(ompany), O(hio) ‘Sociedad de los Laboratorios de Ingeniería Dayton, Ohio’, donde se inventó este sistema); nailon (de Nylon); teflón (de Teflon); rímel (de Rimmel); termo (de Thermos); uralita (de Uralita); faria (de Farias); formica (de Formica); futbolín (de Futbolín); fotomatón (de Fotomatón); lycra (de Lycra); goretex (de Gore-Tex); pladur (de Pladur); plastilina (de Plastilina); rotring (de Rotring); michelín (de Michelin, por alusión a la figura humana formada con neumáticos con que se anuncia).
Dado que estamos hablando de procesos neológicos, no sería imposible que acabáramos utilizando ‘ipod’ para designar las llamadas ‘tabletas’, ‘scotch’ para el celo (palabra esta última que también procede de una marca registrada), ‘ariel’ para detergentes de lavadora, y ‘fairy’ o ‘mistol’ para detergentes de lavavajillas.
Fuente: http://elcastellano.elnortedecastilla.es/castellano/aula/palabras-procedentes-de-marcas
La verdad es que es curioso lo que nos presentas, el como va cambiando el concepto.
ResponderEliminarHe conocido tu blog gracias a tu madrina bloguer, así que tienes una nueva seguidora.
Un beso!