El amor no impide las crisis, pero sí puede convertirse en el principal
elemento de apoyo, para buscarles una solución. Del modo en que se
superen los problemas dependerá que una pareja, refiriéndose a una etapa
conflictiva, hable de una crisis más o la perciba como lo que fue el
principio del fin. La manera en que cada miembro de la pareja afronta
ese periodo de problemas obedece a factores como la madurez emocional,
la habilidad para gestionar los conflictos, la duración de la relación,
las redes de que disponga o el momento personal en que se encuentre.
Miedo al cambio
No hay criterios fijos a los que recurrir
determinar si una relación toca ya su fin. Además, cuanto más duradera
haya sido esa unión y cuando la ruptura afecte a más personas -los hijos
son el argumento que muchas personas esgrimen para seguir conviviendo, a
pesar de la crisis-, más difícil se hará tomar la decisión de romper.
Podría decirse que el momento en el que una relación deja de aportar a
los miembros de la pareja ese conjunto de elementos que la propició
-afectividad y emoción, seguridad, disfrute sexual...-, se alcanza el
punto de inflexión en el que se debe producir el cambio.
Reconocer si se está atravesando una época con dificultades graves o si
estamos ante el principio del fin de la relación, deviene una tarea
ardua para los miembros de la pareja, ya que inmersos en un sinfín de
emociones, sentimientos y sensaciones, resulta difícil serenarse lo
suficiente para hacer una reflexión tranquila que los conduzca a
esclarecer en qué punto de la relación se encuentran. No es extraño que
se produzcan autoengaños, más o menos conscientes, que surgen como
resistencia al cambio, bien sea para replantearse la pareja y seguir
adelante con cambios, bien para iniciar definitivamente una separación.
¿Simple crisis o separación?
En función del modo en que se afronte una crisis, de cómo se comporten
los miembros de la pareja ante esa etapa, la unión saldrá reforzada o
será la primera fase del fin. Es decir, ante una fase conflictiva de la
pareja la pregunta no es "¿es esto el fin?", sino "¿quiero que sea el
fin?, ¿me interesa seguir con el compromiso que supone esta relación?".
En definitiva, una mala racha será sólo una crisis si es superada, pero
se convertirá en una separación si la unión acaba. La respuesta a
algunas preguntas puede brindarnos pistas que nos ayudarán a tomar una
decisión en esa difícil coyuntura: ¿Le amo? ¿Miramos juntos en la misma
dirección, tenemos la misma meta? ¿Siento profundo interés por la otra
persona? ¿La deseo? ¿Tengo confianza total en el otro? ¿y en la propia
relación? ¿Reflexiono y me comprometo para ver qué puedo aportar a la
otra persona y a nuestra relación para mejorarla?
En fase de
crisis nuestro estado emocional se altera; por ello, tengamos presente
el alcance de las decisiones, sobre todo si se opta por terminar con la
relación. No se separan dos personas, sino a veces una familia con
hijos, todo un entramado de relaciones y amigos, de dependencias
económicas, por lo que si la pareja se encuentra con frenos que impiden
que la reflexión prospere, es conveniente acudir a un o una especialista
en temas de pareja, que desbloquee la situación y habilite espacios
para que la reflexión reúna las garantías deseables. Introducirá
equilibrio y establecerá un protocolo para ayudar a la pareja a decidir
mejor.
Para fortalecer la pareja
Debemos utilizar o desarrollar estas habilidades:
- Aceptar que nuestra vida es enteramente responsabilidad nuestra. No esperemos que el otro miembro de la pareja nos haga feliz. Nuestra felicidad depende, sobre todo, de nosotros mismos. No nos engañemos.
- Saber que no tenemos que resolver la vida de la otra persona, buscándole soluciones, dándole consejos y marcándole las pautas de cómo debe vivir su vida.
- Aprender a escuchar. Para ello debemos dejar lo que estamos haciendo, vaciarnos de otros pensamientos que distraigan nuestra atención e intentar colocarnos en su lugar para entender cómo se siente.
- Aprender a dialogar. Nuestra opinión, forma de entender y de aprehender la realidad no son la verdad absoluta, sino sólo la nuestra.
- Aprender a consensuar. Lo mío y lo tuyo han de ser tenidos en cuenta y debatidos para poder llegar a definir "lo nuestro".
- Aprender a compartir. Darse el uno al otro: preguntar cómo se encuentra, qué le incomoda, qué quiere y desea.
- Aprender a pedir. Mostrar nuestra vulnerabilidad es la mejor muestra de amor, ya que no se la enseñamos a cualquiera.
- Dedicar tiempo específico para la pareja.
- Compartir hobbies, tiempos lúdicos, fantasías e ilusiones, al igual que acompañar en los momentos tristes, duros y penosos.
- Compartir la economía. Forma parte de la relación de pareja.
- Aprender a utilizar los conflictos y las crisis, para aprender más de nosotros mismos, ver qué necesitamos y cuál es el dolor que suscitamos en nuestra pareja. Que sean trampolín de desarrollo y no de estancamiento que no lleva a ninguna parte. Hablemos cuanto sea necesario, para que el problema no quede enquistado. No hay mayor desastre que el silencio.
- Mimar con orgullo a la pareja. El sexo, las caricias y el "te quiero" han de decirse, hay que explicitarlos. No valen los sobreentendidos.
Jajaja, que chungo. ¿Todas las parejas son así?¿Todas siguen esas pautas? Parece que estén hablando de la pareja 10, un cuento... No conozco a ninguna pareja que sea tan perfecta
ResponderEliminar