martes, 10 de abril de 2012

Mujeres Desempleadas - CAPITULO 1: Día de Mercadillo


AVISO PARA LECTORES SENSIBLES: 
Cualquier parecido con los personajes originales no es más que una casualidad. De antemano pido disculpas por comentarios racistas, homofobos, insultos o expresiones malsonantes. Son solo expresiones que utilizarían el tipo de personajes que protagonizan la historia. Para nada son opiniones del autor o de la propietaria del blog.Ruego que nadie se ofenda.

Los días de mercadillo eran días muy especiales para mis amigas y para mí. Aunque todas estábamos en paro siempre rascábamos algún eurete de nuestros subsidios para comprarnos algún chandal o alguna braga a buen precio. Así fue hasta que me mataron. Después de ese fatídico día yo me límite a mirar con ellas lo pasaban bien.

Las cinco vivíamos en el mismo bloque de protección oficial, fue allí donde nos conocimos. Primero fuimos vecinas y más tarde amigas. Ya se sabe, compartir azotea para tender la ropa acaba uniendo.

A la primera que conocí fue a Bibi, más conocida como Bib. Se caracterizaba por ser un ama de casa clásica, adicta al orden y la limpieza, a parte de a los somníferos y los relajantes musculares. Las cuatro siempre ibamos los jueves a su casa a merendar y a jugar al bingo.

Después estaba Linnatte, antes conocida como Lolo, reconocida por sus amigas como Linna. Tras una caótica adolescencia marcada por los malos tratos del alcohólico de su padre Linna descubrió que lo quería ser era mujer y empezó a transvestirse. Tras la muerte por sobredosis de su hermana Lina se tuvo que hacer cargo de la educación del Jona, su sobrino, un delincuente juvenil de tomo y lomo.

Entre mis amigas también estaba la guacamaya de Gabriela, Gabri para las amigas. Esta era una peruana sin papeles que se metió de ocupa en uno de los pisos del bloque. Ir con ella al mercadillo era muy divertido porque siempre teníamos que estar huyendo de la policía por miedo a que le pidiesen el permiso de residencia. Aunque ella siempre lo negase todas teníamos la teoría de que se sacaba sus dineritos haciendo limpieza de sables por las noches en el parque de delante, pero esto tan solo es una teoría.

La última es Susana, más conocida como la Susi, mamá de la Jennifer y del Kevin José, mellizos. Esta era de todas mi mejor amiga. Sin lugar a dudas es la más tonta de todas, pero yo le tenía mucho cariño. Puede que fuese porque me daba pena, su marido la pega. O quizás la pena fuese porque también su hijo la pega, no lo sé, sea por lo que sea siempre ha sido a la que más cariño le he tenido. Es como si fuese una niña pequeña, inocente y entrañable. Es una lástima que haya tenido tan mala suerte en la vida.

Aunque visto ahora mismo la más desgraciada he sido yo, a ella por lo menos no la han matado. No todavía. Si pudiese darle un consejo ahora mismo le diría que siempre que le peguen una somanta de palos mire de ir presentable, así por lo menos cuando se la carguen estará presentable para salir en el tele-noticias.

Aquel día el mercadillo estaba especialmente tranquilo, para la hora que era no había demasiada gente, puede que las nubes que anunciaban tormenta tuviesen algo que ver, quizás también había ayudado que los mossos d´esquadra hubiesen paseado por allí.

A causa de la presencia policial mis amigas se habían escondido tras el furgón de la churrería para proteger a Gabri. Allí, escondido también, estaba Mohamed, un vecino del barrio que se ganaba la vida vendiendo cositas robadas:

-          Bonitas señoritas ¿Querer cosas que yo traigo? –preguntó mostrándoles un pañuelo en el que tenía diversas alhajas.
-          A ver, trae pa ca –dijo Lina- ¡Que anillaco más chanante! ¿No os parece? –dijo eufórica mostrando un anillo de brillantes de tamaño desorbitado.
-          Que poca clase que tienes nena… -dijo la Bib, siempre perfecta ella- Ahora lo que se lleva son los brillantes de Esbarroski.
-          Que Esbarroski ni que ocho cuartos catetorra –le replicó- Lo que se lleva es el oro. ¿Tienes algo de oro?
-          Si, yo tengo –dijo Mohamed revolviendo entre los objetos robados- Bonito pendientes. Muy bonitos y baratos.
-          ¡Licensiadas! –exclamó la Gabri- Estas joyas son de Maria Alicia.
-          Tienes razón –dijo la Susana igual de sorprendida- ¿De donde las has sacado?
-          Yo no saber –hizo una pausa y dijo apresurado- Primo mío Algeciras, mercancía buena, bonita y barata. No saber más.
-          ¡Mira moraco! –exclamó Lina dejando salir a Manolo de paseo- O nos dices de donde coño has sacado los pendientes de nuestra amiga o te doy tal ostia que te envío a Marruecos sin pasar por la aduana. ¿Me entiendes?
-          ¡Vale! ¡Vale! –dijo haciendo señales de paz- Ayer yo encontrar en descampado.
-          ¿Qué descampado? –preguntó la Bib inquisitorialmente.
-          Allí donde río, donde construir casino…
-          ¿Y que harían allí sus pendientes? –preguntó la Susana a las demás.
-          No lo sé, pero esto no es normal –dijo la Lina- Tendríamos que intentar averiguar que le ha pasado. Ya no me creo que esté en el pueblo. No es normal que no haya llamado en todos estos meses.
-          ¿Y los Whatcha qué? –preguntó la Susana.
-          Cualquiera podría haberlos escrito. ¿No habéis notado que para ser ella casi no había faltas de ortografía? –dijo la Bib.

Durante los siguientes minutos se miraron las unas a las otras y yo me cagué en la puta madre de Bib por su amable comentario. Cuando ataron cabos la primera en hablar fue la Gabri:

-          Chiquitas ¿Han pensado que quisas alguien quiere que creamos que Maria Alicia está bien, cuando en realidad está en verdaderas dificultades? –preguntó retirándose el flequillazo engominado para un lado- Ahorita mismo deberíamos hablar con el ex de ella… Por fuerza tiene que saber algo…
-          Creo que es lo más sabio que has dicho desde que nos dijiste que te estabas pensando volverte a tu país –añadió la Lina con aplomo- ¿Veis porqué la llamo Guacamaya?
-          ¿Por qué? –preguntó la Susana con inocencia.
-          Porque las pilla al vuelo… -contestó la Lina sonriendo.

Así fue como mis amigas empezaron a sospechar que algo misterioso me había sucedido. En sus manos tenían la primera pieza del puzzle que iba a conducirlas hasta la persona causante de mi muerte.


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