Salva:
¿Por qué
no puedo pasar de pensar en Nadja? ¿Me habré enamorado? A ver, seamos
razonables, solo ha sido una cita. Nuestra primera cita, pero… ¡Caray! ¡Que
cita! Si eso no fue magia que baje dios y lo vea…
El
fin de semana ha pasado con exagerada lentitud, pero en esta ocasión me he
sentido distinto. No he pensado en Beatriz ni una sola vez. ¿Me habré curado?
¿Será Nadja la cura?
Desde
que me despedí de ella el viernes no he podido parar de pensar en otra cosa. Ya
veis, vuelvo a ser un tonto enamorado, que mal. De pronto una duda me asalta y
no puedo evitar preguntarme: ¿Y si ella no ha sentido lo mismo que yo? Ahora no
podría encajar una negativa. No, ahora no. Estoy demasiado ilusionado. ¿Se
supone que debería llamarla? Si la llamo sabrá que me interesa y tendrá la sartén
por el mango… ¡Atontado! Me replico a mi mismo tratando de espabilar. Es
cierto, la sartén la tiene por el mango desde el primer momento. Desde que sus
preciosos ojos se cruzaron con los míos, desde entonces es dueña de la
situación. Vuelvo a ser un pelele en manos de una mujer, pero… ¡Que mujer!
Arturo: Entro en el almacén,
recapitulando la conversación que acabo de mantener con Maruja y encuentro a
Salva obnubilado mirando las musarañas:
- ¡Salva! –exclamo acercándome a
él que reacciona dando un respingo- ¡Vamos muchacho que te pago para trabajar!
- Don Arturo, discúlpeme. Esta
mañana estoy algo distraído.
- Apostaría que sé por qué…
- ¿Cómo?
- ¡Que sé donde tienes la cabeza,
muchacho!
Su
sonrisa bobalicona no me engaña, está pensando en la camarera de “Casa Pepe”,
estoy seguro. Vaya, si me equivoco que me parta un rayo. Sino lo hubiese visto
con mis propios ojos no podría decir nada, pero como lo vi, estoy seguro que
piensa en ella. Pobre muchacho, ya lo han vuelto a embaucar. Primero vea y
ahora la rumana. ¡Si es que el mundo está lleno de merluzos!
- ¿Y qué? ¿Cómo fue la cita?
- Bien, estuvo bien.
- ¿Solo bien? A juzgar por lo que
veo, no estuvo bien, debió ser espectacular.
- Don Arturo, yo…
- ¡No tengas vergüenza chaval!
–digo dándole una palmadita en la espalda- Quien tuviese tu edad y tu planta.
- Usted también está bien Don
Arturo. A muchos ya les gustaría llegar a su edad tan enteros.
- No me puedo quejar, tienes
razón. ¿Sabes? He llamado a la madre de tu amiguita…
- ¿A quién?
- A Maruja, la madre de tu amiga
Lucia.
- Ah, bueno, Lucía y yo no somos
amigos. Mi madre y Maruja me prepararon una cita a ciegas y la cosa no salió
bien.
- ¡Pues claro que no salió bien!
¿Cómo querías que saliese si te pusiste a ligar con la camarera? ¿A caso no
recuerdas que estaba allí?
- Ya, no fue mi mejor cita. Eso
está claro. Al menos conocí a Nadja.
- Sí, y yo a Maruja.
- ¿Le gusta la señora Maruja?
–hace una pausa y confiesa rápidamente- Me han dicho que es de armas tomar…
- Eso he oído. Así será más
divertido. Siempre me han gustado las mujeres difíciles.
- ¿Así que va en serio? ¿Van a
quedar?
- Sí señor, hoy hemos quedado.
Cenaremos en “Casa Pepe”
Salva:
Acto
seguido a aquella confesión comprendo algo instantáneamente; comprendo que
gracias a Don Arturo tengo una excusa para poder llamar a Nadja, una buena
excusa más allá de querer escuchar su voz:
- ¡Don Arturo, yo le reservaré la
mesa!
- Gracias Salva, todo un detalle
por tu parte.
“Gracias a usted,
Don Arturo”
pienso mientras de nuevo mi rostro dibuja una sonrisa de tonto enamorado.
C.Pérez de Tudela
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