Recibe el nombre de inteligencia
física o inteligencia cinestésica, la habilidad para usar el propio cuerpo para
expresar ideas y sentimientos, y sus particularidades de coordinación,
equilibrio, destreza, fuerza, flexibilidad y velocidad, así como propioceptivas
y táctiles.
Este término es tomado del libro
el 8vo. Hábito de Stephen R. Covey y se refiere a que el cuerpo es el
instrumento de la mente, el corazón y el espíritu, por lo que merece ser
mantenido en óptimas condiciones. La Inteligencia Física es entonces el sustento
de las otras inteligencias del ser humano. La idea se basa en tratar
nuestro cuerpo como la principal herramienta que nos permitirá ser
altamente efectivos en todos los ámbitos de nuestra vida.
El estilo de vida sedentario, el
estrés, la mala alimentación y descanso de poca calidad nos hacen entrar a una
espiral de daños físicos y mentales que degradan nuestro desempeño y, lo
peor, es que nos lleva a enfermedades que pueden acabar
precozmente con nuestra vida.
¿Cómo armoniza y equilibra el
cuerpo el funcionamiento del cerebro que contiene la mente, con el corazón que
simbólicamente representa la Inteligencia Emocional?
El cuerpo realiza toda la actividad
sin necesidad de ningún esfuerzo consciente. Es un sistema increíble, con un
nivel inconcebible de coordinación bioquímica para pasar una página, conducir
un coche u otras muchas cosas sin que pensemos si quiera en ello. Explora
constantemente el entorno. Nos indica si estamos bien o no en un sitio. Destruye
células enfermas y sobrevive a enfermedades sin nosotros saberlo. Se cura a sí
mismo y se cuida. Todo él solo, ¿no es lógico que reconozcamos que para todo
eso debe existir algún tipo de inteligencia?
El cuerpo es el instrumento de la
mente y del espíritu. Si somos capaces de subordinar nuestros apetitos y
pasiones a nuestra conciencia, conseguiremos ser los dueños de nosotros mismos.
Para ello disponemos de tres vías fundamentales para desarrollar dicha
inteligencia:
1.- Una nutrición sabia.
2.- Ejercicio equilibrado y
consistente.
3.- Descanso adecuado,
relajación, gestión del estrés y mentalidad de prevención.
Así que amigos/as ya sabéis; Toca
hacer régimen, apuntarse al gimnasio y estudiar un poquitín de meditación…
Puede que no nos lleve demasiado tiempo, ¿No? Puede que incluso merezca la
pena.
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