Una de las definiciones que mejor
ilustra lo que es un juicio de valor (Ejemplo: Habíamos quedado a las 9.00 y son las 9.15, siempre llega
tarde. Es un tardón), es aquella que se refiere a ellos como juicios
emitidos desde la subjetividad; dice de ellos que son siempre formulados a través
de adjetivos
dicotómicos (Ejemplo: bueno-malo,
feo-guapo, alto-bajo)
Los hacemos cada vez que
calificamos acciones o cosas. Estos pueden ser morales, éticos, estéticos,
políticos, religiosos, etc… Se caracterizan principalmente por contraponerse a
los juicios
de hechos (Ejemplo: Está
lloviendo y por eso está el suelo mojado) y los utilizamos para expresar
nuestros gustos, preferencias e ideologías.
Los usamos diariamente y se han
convertido en inquilinos de renta antigua de nuestra cotidianidad sin que nos diésemos
cuenta. Y lo peor, los utilizamos de manera inconsciente. Lo que no sabemos es
que conviviendo con ellos estamos capando constantemente opciones. Por su culpa
censuramos de manera inconsciente circunstancias posibilitantes.
Por ello es peliagudo emitir
juicios de valor. Y lo es porque cada vez que emitimos uno nos exponemos mucho
más de lo que creemos. Un juicio de valor habla más sobre nuestra personalidad
que sobre la persona, hecho o situación sobre el que lo estamos vertiendo. Recordad:
Cuando señalamos a alguien o algo, diez
dedos nos señalan a nosotros.
Precisamente por todo esto,
merece la pena que nos planteemos si somos capaces de comenzar a reducir nuestra
dosis diaria de juicios de valor. Merece la pena que intentemos poner a prueba
nuestra flexibilidad y que reubiquemos los límites de nuestra tolerancia.
Tomémoslo como un entrenamiento;
hagámoslo poquito a poco, consigamos una mínima dosis de reflexión diaria;
hagámoslo durante 21 días, si durante todo ese periodo nos ejercitamos y
elevamos nuestra capacidad de reflexión, nos daremos cuenta de que habremos
integrado en nuestro sistema una nueva capacidad. Una capacidad que nos abrirá
un nuevo mundo de posibilidades. ¿Te atreves? Inténtalo, no perderás nada y
puede que ganes mucho. Anímate, empieza este nuevo curso de una manera
distinta.
A continuación os propondré una
pequeña serie de ejercicios que se pueden llevar a cabo durante nuestro día a
día:
1 ‑ Leer el periódico sin hacer
juicios y sin alterarme. También puedo leer un periódico de una
orientación ideológica totalmente contraria a la mía sin alterarme e intentando
comprenderlo.
2 ‑ En el trafico aceptar las
conductas de los demás sin valorarlas, sin enfadarnos, sin alterarnos,
simplemente describiéndolas.
3 ‑ No juzgar la ropa o moda que
lleven los demás, pensar que cada uno es libre de llevar lo que
quiera.
4 ‑ Comprender y aceptar
posiciones políticas que no tolero (lo que conlleva no alterarme y no
discutir).
5 – Imaginar una escena de mi
vida en el pasado, en la que alguien me ha sacado de mis casillas y
recordarla sin valorarla y sin inmutarme.
6 ‑ Llamar a un familiar que me
desagrade y hablar con él sin alterarme.
7 ‑ Ver en la TV. programas
contrarios a los que normalmente veo y hacerlo sin alterarme.
8.- Ver con mi pareja ese
programa que a él o ella le gusta y a mi me aburre o no soporto, me siento a su
lado y lo veo aunque no me guste, pero sin alterarme,
sin hacer juicios, solo observando y estando relajado y disfrutando
el estado de relajación.
9 -Quedar con un amigo y pedirle
que le cuente algo que ha sido importante para él en la vida, escucharle
preguntándole cosas que no entendamos de su
historia. Hacerlo sin discutir, sin dar nuestras opiniones, sin
contar nuestras anécdotas, comprendiendo lo que el otro dice, escuchando
aunque no me guste.
10‑ Traer a la mente escenas de
nuestra vida que me genere sentimientos de culpa o dolor. Lo hacemos
relajados, nos remontamos al pasado, vemos la escena de la que nos
lamentamos o arrepentimos y la visualizamos tranquilos, como si fuéramos un
observador externo.
C.Pérez de Tudela
Colaborador de meCoach
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