Arturo:
Miro el
reloj por octava vez en los últimos cinco minutos y me pregunto: ¿Maruja me
dará plantón? Por tal de relajarme agarro el diario que he traído conmigo y le
echo una ojeada rápida rezando por que los minutos vuelven y aparezca. Un artículo
me llama la atención al abrirlo por la página veinte:
“Más
de un 70% de los denominados “Singles”
buscan pareja estable. Por ello cada día es más frecuente recurrir a servicios
profesionales que se encargan de orientar a los solteros en su búsqueda. Buscar
pareja en chats o a través de páginas de contactos ya no se estila; ahora lo
que realmente está de moda es el asesoramiento de tú a tú. En la actualidad
están proliferando las empresas que ofrecen servicios de lovehunter,
life-coach, my Brand y otros muchos tipos de consultaría personal dirigidos a
convertir al soltero en un triunfador seguro de si mismo, capaz de conseguir
todo lo que se propone; incluso al amor de su vida”
¿Singles?
¿Pareja estable? ¡Menudas chorradas se inventan hoy en día! Donde esté lo
tradicional que se quiten todas estás chorradas. En mi época no había nada de
todo esto y bien que me eché novia y me casé, ¿No?
Juana:
Estoy
frente al restaurante, observando a Arturo, ¿Qué hago? ¿Entro o no? Me pregunto
una y otra vez incapaz de decidirme. Le observo a través de las ventanas de
“Casa Pepe” y veo que está leyendo el periódico. Puede que sino me presento no
pase nada. Tampoco estoy obligada en absoluto, ¿No? Doy media vuelta, y cuando
estoy a punto de marcharme decido no hacerlo. Después de todo, yo soy una
señora de los pies a la cabeza. Entraré y le diré que no hay cita, que he
venido para no dejarle plantada pero que me voy. Sí, eso voy a hacer. Con paso
firme y decido cruzo la acera y entro en el local.
Arturo:
Dejo caer el
periódico sobre la mesa y la ráfaga de perfume que arrastra el aire que entra
de la calle me anuncia que Juana ha llegado. Está muy guapa. Obviamente se ha
arreglado para mí, no esperaba otra cosa. En un gesto coqueto muevo mi mano
hasta mi mata de pelo color platino y lo atuso. Me pongo en pie y le digo:
- Vaya, vaya… Que placer más
inesperado poder compartir espacio con una belleza tan elegante como tú.
¿Puedo? – digo tratando de besar su mano.
- Pues no sé porque tanta
zalamería. ¿No habíamos quedado aquí a esta hora?
- Sí, bueno… Hace unos quince
minutos de hecho. Por eso digo que ha sido inesperado, pensé que no vendrías.
Maruja:
¡Será
gañan! Si se piensa que con estas tonterías caeré rendida a sus pies lo lleva
claro. ¡Yo ya me casé una vez! ¡Conozco a los hombres y sus trucos!
- Pues aquí estoy. ¿Y qué?
¿Contento?
- No encuentro el adjetivo que
describa lo que siento.
- Ya será menos… En fin, que
venía a decirte que…
- ¿Un poco de vino? –pregunta
Arturo llamando a la camarera.
Nadja:
Ver al
jefe de Salva coqueteando con la madre Lucía, la cita a ciegas en la que le
conocí, me resulta una escena de lo más gracioso. Me acerco a ellos y no puedo
evitar ruborizarme al ver el semblante pétreo de esa mujer:
- ¿Qué querrán los señores?
- ¡Pues me gustaría que no
hubieses fastidiado la cita de mi hija, pero supongo que para eso ya es
bastante tarde, así que trae el mejor vino blanco que tengáis! Y rapidito que
tengo prisa…
Maruja: Supongo que puedo tomarme unas
copitas, eso no me hará daño. Total… ¿He venido hasta aquí, no? ¡Pues que
pague!
- ¿Tienes prisa? –pregunta Arturo
de repente.
- Sí, eso es lo que te iba a
decir. He dejado un puchero haciéndose y no puedo estar mucho rato aquí
contigo.
- ¿Un puchero? ¿Por la noche?
- Sí. El puchero está mejor de un
día para el otro. Siempre lo hago por la noche. ¿Algún problema?
- No, no, ninguno. Y bien, ¿qué
tal todo?
Nadja: Cuando el reloj marca las doce
me percato de que don Arturo y doña Maruja aún están en el comedor. Me acerco
poco a poco y compruebo que la tensión del principio de la velada ha disminuido
y que ahora impera un ambiente mucho más tranquilo. ¿Habrá sido el vino o
quizás otra cosa llamada amor?
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